Capítulo 5: El Retorno de la Legión Ardiente
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Capítulo 5: El Retorno de la Legión Ardiente
Tercera guerra
“Nunca escuchamos las antiguas profecías.
Como tontos, nos dejamos llevar por los viejos rencores.
Y peleamos por muchas generaciones.
Hasta el día que del cielo llovió fuego
y un nuevo enemigo vino contra nosotros.
Ahora, ha iniciado el círculo de la destrucción
porque el Reino del Caos ha llegado finalmente…”
La Profecía
“Nunca escuchamos las antiguas profecías.
Como tontos, nos dejamos llevar por los viejos rencores.
Y peleamos por muchas generaciones.
Hasta el día que del cielo llovió fuego
y un nuevo enemigo vino contra nosotros.
Ahora, ha iniciado el círculo de la destrucción
porque el Reino del Caos ha llegado finalmente…”
La Profecía
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Re: Capítulo 5: El Retorno de la Legión Ardiente
La Batalla de Grim Batol – El día del Dragón
De una vieja canción enana.
En las vastas montañas de Khaz Modan hay una antigua ciudad enana
llamada Grim Batol. Dicen algunos que una vez perteneció a uno de
los altos reyes Wildhammers, pero que hubo una gran guerra contra
una poderosa hechicera, y ahora la ciudadela y la fortaleza están
embrujadas. Criaturas malignas de repulsivas formas se mueven entre
los oscuros rincones de la abandonada ciudad. Sin embargo, sin
conocerlo previamente la Alianza, una gran fuerza de orcos continúa
merodeando libre entre las montañas. El clan Dragonmaw, liderado por
un infame brujo orco llamado Nekros Triturador de Cráneos, uno de
los pocos brujos orcos que no pertenecían al Concejo de las Sombras.
Nekros se consideraba más un guerrero que un mago, pero la necesidad
de deberse a su clan le había obligado a tomar el reto, más cuando
durante la Segunda Guerra un caballero le cortó una pierna.
Durante la ocupación de Khaz Modan por la Horda, en medio de la
Segunda Guerra, en la profundidad de una de las excavaciones de los
enanos, los orcos encontraron un poderoso y ancestral artefacto
mágico que tenía el poder de controlar a los dragones. Ante tal
descubrimiento, Blackhand el Destructor encontró la manera de
obligar a una enorme dragona roja a mandar a sus hijos a pelear por
la Horda. Esta dragona no era otra que la ancestral Alexstrasza, la
Protectora de la Vida, la Reina de los Dragones. Zuluhed, líder de
los Dragonmaw, encomendó a Nekros la vigilancia de este artefacto,
llamado Alma del Demonio, y de la dragona cautiva, en la abandonada
– algunos llaman maldita - fortaleza de Grim Batol. Utilizando el
Alma de Demonio, Nekros inflingía un profundo dolor a su prisionera
cuando ésta no cooperaba, obligándola a poner huevos.
Nekros continuamente abusaba de ella, mental y físicamente,
especialmente luego de la Segunda Guerra, cuando la poderosa dragona
se convirtió en la única arma verdadera de la Horda en contra de la
Alianza. Ella se consolaba con el hecho de que, cuando muriera, sus
niños ya no tendrían que obedecer al brujo. De esta manera, Nekros,
luego de la derrota de la Horda y la muerte de su jefe Zuluhed, se
disponía a crear un nuevo ejército con el cual barrer a los humanos.
Sin embargo, Korialstrasz, el legendario dragón rojo amante de
Alexstrasza, hacía ingentes esfuerzos por liberar a su amada.
Utilizando sus místicos poderes, el Dragón logró poseer el cuerpo de
un noble humano llamado Krasus y se infiltró dentro del Kirin Tor,
el enigmático concejo de magos que gobierna Dalaran, y continuamente
usaba su posición para abogar por la liberación de su Reina.
Finalmente, al finalizar la Segunda Guerra, el Kirin Tor decidió
mandar a uno de sus agentes, el joven mago Rhonin, llamado el
Inconforme, a una misión de exploración a Khaz Modan, pero
Korialstrasz, aprovechándose de la situación, secretamente le dio
otra misión a Rhonin: liberar a Alexstrasza.
Rhonin era un mago que, durante la Segunda Guerra, accidentalmente
asesinó a los guerreros que conformaban su escuadrón, al tratar de
ejecutar un peligroso hechizo como parte de su misión. Por esta
atrocidad, fue puesto a prueba por el Kirin Tor al enviarlo a Khaz
Modan. Krasus, sin embargo, tenía otros planes para él. Enviándolo a
Grim Batol, Korialstrasz ordenó a Rhonin liberar a la Reina de los
Dragones. Para ayudarlo en su misión, el Dragón envió a Vereesa
Windrunner, una Ranger alta elfa, hermana menor de la legendaria
Alleria Windrunner, a escoltarlo hasta el puerto de Hasic.
Durante el trayecto, se encontraron con un grupo de paladines de la
Orden de la Mano de Plata, liderados por Duncan Senturus, quien
también había luchado en la Segunda Guerra. Prendado de la belleza
de Vereesa, Senturus decidió escoltarlos hacia Hasic, sin embargo,
fueron emboscados por dragones rojos controlados por los orcos.
Duncan, mediante un ágil movimiento, logró subir al cuello de uno de
los dragones, y luego de apuñalar al orco que lo montaba, entabló
una feroz lucha con la bestia. Finalmente, logró matarlo, pero sus
heridas eran tan graves que murió en el sitio.
Luego de honrar su memoria, los viajeros continuaron adelante.
Vereesa tuvo que defender a Rhonin de las acusaciones de los
paladines, que habían sido testigos del terrible “crimen” del mago.
Al llegar a Hasic, el puerto entero había sido reducido a ruinas. El
único defensor en sobrevivir fue Falstad Dragonreaver, un enano del
Clan Wildhammer de Aerie Peak, quien era jinete de grifos. Muertos
sus compañeros durante un combate con los dragones, decidió
acompañar a Rhonin y Vereesa cuando estos decidieron cruzar el Gran
Mar hacia Khaz Modan y dirigirse a Grim Batol. Sin embargo, había
una historia oculta que Rhonin y Vereesa no conocían.
Neltharion el Dragón Negro, el Guardián de la Tierra, quien durante
la Guerra de los Ancestros había enloquecido, era el verdadero
instigador del conflicto. Diez mil años antes, durante la Batalla
del Templo de Azshara, Neltharion se había corrompido por la magia
maligna de la Legión Ardiente, y había abandonado a sus camaradas en
plena batalla. Mediante un formidable engaño, Neltharion había
logrado que los otros Cuatro Aspectos, los dragones protectores de
Azeroth, cedieran parte de su poder al poderoso artefacto Alma de
Demonio, como prevención para un futuro ataque de la Legión. Esto
permitió que Ala de la Muerte (como se hacía llamar el Dragón Negro)
fuera el más fuerte de todos los dragones, pues fue el único que
conservó sus poderes intactos. Asimismo, Ala de la Muerte se aseguró
que los orcos hallaran el Alma del Demonio, pues sabía que así
podrían esclavizar a Alexstrasza. El malévolo plan del Dragón Negro
era subyugar a la dragona para que esta empollara sus huevos y
revivir a la extinta raza de dragones negros.
Para esto, Ala de la Muerte juró lealtad a la Horda, y en
retribución, los alquimistas goblin le hicieron una armadura de
escamas de adamantium, con la que el dragón era prácticamente
invencible. Incluso, construyó su propia ciudadela en la Península
del Infierno, cerca del Portal Oscuro. Luego de la Segunda Guerra y
la consecuente derrota de la Horda a manos de la Alianza, Ala de la
Muerte se refugió en la volcánica Blackrock Spire junto a otros
dragones rebeldes. Blackrock Spire se convirtió en un fortín
impenetrable para los humanos.
Posteriormente, Neltharion, usando sus inmensos poderes, logró
transmutarse en un humano que se hacía llamar Lord Prestor.
Infiltrándose en la política de la Alianza, Lord Prestor logró
apoderarse del trono de Alterac y penetrar dentro de la familia real
de Lordaeron. Su plan era hacerse con el control de la ciudad estado
de Alterac, la cual había quedado acéfala luego de la derrota de su
malvado señor, el Baron Lord Perenolde, a manos de Uther
Lightbringer. Utilizando sus inmensos poderes mentales, Lord Prestor
había logrado ascender hasta los altos puestos de mando de la
Alianza, pudiendo controlar incluso las decisiones del mismo Rey
Terenas y del Kirin Tor, al punto que Terenas le prometió en
matrimonio a su hija Calia Menethil, hermana mayor del joven
Príncipe Arthas. Advertido por su sirviente, el oportunista goblin
Kryll, logró enterarse del plan de Korialstrasz, por lo que,
volviendo a su forma de dragón, salió en busca de Rhonin.
Mientras tanto, el noble enano Falstad transportaba a Rhonin y
Vereesa a través del Gran Mar, sobre el lomo del grifo de Falstad,
Molok. Durante el vuelo, fueron nuevamente atacados por los dragones
rojos de los orcos. Sorpresivamente, fueron rescatados por Ala de la
Muerte. Mediante sus artimañas y manipulaciones, Ala de la Muerte
secuestró a Rhonin, pues planeaba utilizarlo para deshacerse de los
orcos, y así, el podría atacar a la dragona fácilmente y robar sus
huevos.
Vereesa y Falstad decidieron rescatar a Rhonin, pero fueron
conducidos a una trampa elaborada por Kryll. Un trío de trolls, al
mando del troll tuerto Shnel, emboscó a la elfa y al enano, pero
para su fortuna, fueron rescatados por Rom y su banda de enanos,
quienes habían sido enviados por Korialstrasz para ayudarlos en la
batalla que se avecinaba.
Entre tanto, Ala de la Muerte avisó a Nekros del inminente asalto de
Rhonin y sus aliados, y lo convenció de movilizar a Alexstrasza y
sus huevos hacia el despoblado, con el fin de apoderarse de ella más
fácilmente. Justo en ese momento, Rhonin y sus compañeros iniciaban
el ataque a Grim Batol. Aprovechando la confusión, Kryll, quien
tenía sus propios planes para el Alma de Demonio, trató de robar el
artefacto, sin embargo, no contaba con que Nekros había colocado a
un enorme Golem de Fuego para vigilar el Alma de Demonio, y el
desafortunado goblin fue incinerado.
Sin embargo, Neltharion no contaba con la astucia de Korialstrasz.
El Dragón Rojo había recobrado su forma bestial, y había reunido a
los otros Aspectos, Nozdormu y Malygos, para rescatar a Alexstrasza.
Sin embargo, los Aspectos eran demasiado débiles comparados con Ala
de la Muerte, debido a que el Dragón Negro tenía sus poderes
intactos, y además portaba su armadura de adamantium.
Cuando todo parecía perdido, Rhonin logra derrotar a Nekros y a su
Golem de Fuego utilizando un poderoso hechizo. Finalmente, el mago
logra destruir el Alma de Demonio. Ahora, con sus poderes completos,
los Aspectos logran derrotar a Ala de la Muerte. Alexstrasza, libre
al fin, se reúne con su amado, y decide tomarse su revancha,
reduciendo a cenizas la fortaleza de Grim Batol, con Nekros y su
clan Dragonmaw dentro de ella.
Los grandes planes de Nekros para reunificar la Horda bajo su mando
han sido rotos. Los pocos dragones negros sobrevivientes, viendo a
su líder perdido, se alejan hacia una distante tierra, al otro lado
del mar, en busca de la más poderosa hija de Neltharion, Onixia...
La derrota del clan Dragonmaw señala el fin de la Horda y de la
furiosa sed de sangre de los orcos.
De una vieja canción enana.
En las vastas montañas de Khaz Modan hay una antigua ciudad enana
llamada Grim Batol. Dicen algunos que una vez perteneció a uno de
los altos reyes Wildhammers, pero que hubo una gran guerra contra
una poderosa hechicera, y ahora la ciudadela y la fortaleza están
embrujadas. Criaturas malignas de repulsivas formas se mueven entre
los oscuros rincones de la abandonada ciudad. Sin embargo, sin
conocerlo previamente la Alianza, una gran fuerza de orcos continúa
merodeando libre entre las montañas. El clan Dragonmaw, liderado por
un infame brujo orco llamado Nekros Triturador de Cráneos, uno de
los pocos brujos orcos que no pertenecían al Concejo de las Sombras.
Nekros se consideraba más un guerrero que un mago, pero la necesidad
de deberse a su clan le había obligado a tomar el reto, más cuando
durante la Segunda Guerra un caballero le cortó una pierna.
Durante la ocupación de Khaz Modan por la Horda, en medio de la
Segunda Guerra, en la profundidad de una de las excavaciones de los
enanos, los orcos encontraron un poderoso y ancestral artefacto
mágico que tenía el poder de controlar a los dragones. Ante tal
descubrimiento, Blackhand el Destructor encontró la manera de
obligar a una enorme dragona roja a mandar a sus hijos a pelear por
la Horda. Esta dragona no era otra que la ancestral Alexstrasza, la
Protectora de la Vida, la Reina de los Dragones. Zuluhed, líder de
los Dragonmaw, encomendó a Nekros la vigilancia de este artefacto,
llamado Alma del Demonio, y de la dragona cautiva, en la abandonada
– algunos llaman maldita - fortaleza de Grim Batol. Utilizando el
Alma de Demonio, Nekros inflingía un profundo dolor a su prisionera
cuando ésta no cooperaba, obligándola a poner huevos.
Nekros continuamente abusaba de ella, mental y físicamente,
especialmente luego de la Segunda Guerra, cuando la poderosa dragona
se convirtió en la única arma verdadera de la Horda en contra de la
Alianza. Ella se consolaba con el hecho de que, cuando muriera, sus
niños ya no tendrían que obedecer al brujo. De esta manera, Nekros,
luego de la derrota de la Horda y la muerte de su jefe Zuluhed, se
disponía a crear un nuevo ejército con el cual barrer a los humanos.
Sin embargo, Korialstrasz, el legendario dragón rojo amante de
Alexstrasza, hacía ingentes esfuerzos por liberar a su amada.
Utilizando sus místicos poderes, el Dragón logró poseer el cuerpo de
un noble humano llamado Krasus y se infiltró dentro del Kirin Tor,
el enigmático concejo de magos que gobierna Dalaran, y continuamente
usaba su posición para abogar por la liberación de su Reina.
Finalmente, al finalizar la Segunda Guerra, el Kirin Tor decidió
mandar a uno de sus agentes, el joven mago Rhonin, llamado el
Inconforme, a una misión de exploración a Khaz Modan, pero
Korialstrasz, aprovechándose de la situación, secretamente le dio
otra misión a Rhonin: liberar a Alexstrasza.
Rhonin era un mago que, durante la Segunda Guerra, accidentalmente
asesinó a los guerreros que conformaban su escuadrón, al tratar de
ejecutar un peligroso hechizo como parte de su misión. Por esta
atrocidad, fue puesto a prueba por el Kirin Tor al enviarlo a Khaz
Modan. Krasus, sin embargo, tenía otros planes para él. Enviándolo a
Grim Batol, Korialstrasz ordenó a Rhonin liberar a la Reina de los
Dragones. Para ayudarlo en su misión, el Dragón envió a Vereesa
Windrunner, una Ranger alta elfa, hermana menor de la legendaria
Alleria Windrunner, a escoltarlo hasta el puerto de Hasic.
Durante el trayecto, se encontraron con un grupo de paladines de la
Orden de la Mano de Plata, liderados por Duncan Senturus, quien
también había luchado en la Segunda Guerra. Prendado de la belleza
de Vereesa, Senturus decidió escoltarlos hacia Hasic, sin embargo,
fueron emboscados por dragones rojos controlados por los orcos.
Duncan, mediante un ágil movimiento, logró subir al cuello de uno de
los dragones, y luego de apuñalar al orco que lo montaba, entabló
una feroz lucha con la bestia. Finalmente, logró matarlo, pero sus
heridas eran tan graves que murió en el sitio.
Luego de honrar su memoria, los viajeros continuaron adelante.
Vereesa tuvo que defender a Rhonin de las acusaciones de los
paladines, que habían sido testigos del terrible “crimen” del mago.
Al llegar a Hasic, el puerto entero había sido reducido a ruinas. El
único defensor en sobrevivir fue Falstad Dragonreaver, un enano del
Clan Wildhammer de Aerie Peak, quien era jinete de grifos. Muertos
sus compañeros durante un combate con los dragones, decidió
acompañar a Rhonin y Vereesa cuando estos decidieron cruzar el Gran
Mar hacia Khaz Modan y dirigirse a Grim Batol. Sin embargo, había
una historia oculta que Rhonin y Vereesa no conocían.
Neltharion el Dragón Negro, el Guardián de la Tierra, quien durante
la Guerra de los Ancestros había enloquecido, era el verdadero
instigador del conflicto. Diez mil años antes, durante la Batalla
del Templo de Azshara, Neltharion se había corrompido por la magia
maligna de la Legión Ardiente, y había abandonado a sus camaradas en
plena batalla. Mediante un formidable engaño, Neltharion había
logrado que los otros Cuatro Aspectos, los dragones protectores de
Azeroth, cedieran parte de su poder al poderoso artefacto Alma de
Demonio, como prevención para un futuro ataque de la Legión. Esto
permitió que Ala de la Muerte (como se hacía llamar el Dragón Negro)
fuera el más fuerte de todos los dragones, pues fue el único que
conservó sus poderes intactos. Asimismo, Ala de la Muerte se aseguró
que los orcos hallaran el Alma del Demonio, pues sabía que así
podrían esclavizar a Alexstrasza. El malévolo plan del Dragón Negro
era subyugar a la dragona para que esta empollara sus huevos y
revivir a la extinta raza de dragones negros.
Para esto, Ala de la Muerte juró lealtad a la Horda, y en
retribución, los alquimistas goblin le hicieron una armadura de
escamas de adamantium, con la que el dragón era prácticamente
invencible. Incluso, construyó su propia ciudadela en la Península
del Infierno, cerca del Portal Oscuro. Luego de la Segunda Guerra y
la consecuente derrota de la Horda a manos de la Alianza, Ala de la
Muerte se refugió en la volcánica Blackrock Spire junto a otros
dragones rebeldes. Blackrock Spire se convirtió en un fortín
impenetrable para los humanos.
Posteriormente, Neltharion, usando sus inmensos poderes, logró
transmutarse en un humano que se hacía llamar Lord Prestor.
Infiltrándose en la política de la Alianza, Lord Prestor logró
apoderarse del trono de Alterac y penetrar dentro de la familia real
de Lordaeron. Su plan era hacerse con el control de la ciudad estado
de Alterac, la cual había quedado acéfala luego de la derrota de su
malvado señor, el Baron Lord Perenolde, a manos de Uther
Lightbringer. Utilizando sus inmensos poderes mentales, Lord Prestor
había logrado ascender hasta los altos puestos de mando de la
Alianza, pudiendo controlar incluso las decisiones del mismo Rey
Terenas y del Kirin Tor, al punto que Terenas le prometió en
matrimonio a su hija Calia Menethil, hermana mayor del joven
Príncipe Arthas. Advertido por su sirviente, el oportunista goblin
Kryll, logró enterarse del plan de Korialstrasz, por lo que,
volviendo a su forma de dragón, salió en busca de Rhonin.
Mientras tanto, el noble enano Falstad transportaba a Rhonin y
Vereesa a través del Gran Mar, sobre el lomo del grifo de Falstad,
Molok. Durante el vuelo, fueron nuevamente atacados por los dragones
rojos de los orcos. Sorpresivamente, fueron rescatados por Ala de la
Muerte. Mediante sus artimañas y manipulaciones, Ala de la Muerte
secuestró a Rhonin, pues planeaba utilizarlo para deshacerse de los
orcos, y así, el podría atacar a la dragona fácilmente y robar sus
huevos.
Vereesa y Falstad decidieron rescatar a Rhonin, pero fueron
conducidos a una trampa elaborada por Kryll. Un trío de trolls, al
mando del troll tuerto Shnel, emboscó a la elfa y al enano, pero
para su fortuna, fueron rescatados por Rom y su banda de enanos,
quienes habían sido enviados por Korialstrasz para ayudarlos en la
batalla que se avecinaba.
Entre tanto, Ala de la Muerte avisó a Nekros del inminente asalto de
Rhonin y sus aliados, y lo convenció de movilizar a Alexstrasza y
sus huevos hacia el despoblado, con el fin de apoderarse de ella más
fácilmente. Justo en ese momento, Rhonin y sus compañeros iniciaban
el ataque a Grim Batol. Aprovechando la confusión, Kryll, quien
tenía sus propios planes para el Alma de Demonio, trató de robar el
artefacto, sin embargo, no contaba con que Nekros había colocado a
un enorme Golem de Fuego para vigilar el Alma de Demonio, y el
desafortunado goblin fue incinerado.
Sin embargo, Neltharion no contaba con la astucia de Korialstrasz.
El Dragón Rojo había recobrado su forma bestial, y había reunido a
los otros Aspectos, Nozdormu y Malygos, para rescatar a Alexstrasza.
Sin embargo, los Aspectos eran demasiado débiles comparados con Ala
de la Muerte, debido a que el Dragón Negro tenía sus poderes
intactos, y además portaba su armadura de adamantium.
Cuando todo parecía perdido, Rhonin logra derrotar a Nekros y a su
Golem de Fuego utilizando un poderoso hechizo. Finalmente, el mago
logra destruir el Alma de Demonio. Ahora, con sus poderes completos,
los Aspectos logran derrotar a Ala de la Muerte. Alexstrasza, libre
al fin, se reúne con su amado, y decide tomarse su revancha,
reduciendo a cenizas la fortaleza de Grim Batol, con Nekros y su
clan Dragonmaw dentro de ella.
Los grandes planes de Nekros para reunificar la Horda bajo su mando
han sido rotos. Los pocos dragones negros sobrevivientes, viendo a
su líder perdido, se alejan hacia una distante tierra, al otro lado
del mar, en busca de la más poderosa hija de Neltharion, Onixia...
La derrota del clan Dragonmaw señala el fin de la Horda y de la
furiosa sed de sangre de los orcos.
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Re: Capítulo 5: El Retorno de la Legión Ardiente
Kel’thuzad y el Culto de los Malditos
Muchos individuos deseosos de poder de todo el mundo acudieron al
llamado mental del Rey Lich desde Northrend. El más notable de ellos
fue sin embargo un archimago de Dalaran llamado Kel´thuzad, quién
era uno de los miembros más destacados del Kirin Tor, el concejo que
dirigía Dalaran. Era considerado un rebelde por años debido a su
insistencia en estudiar las artes prohibidas de la necromancia.
Decidido a aprender todo lo que pudiera del mundo mágico y sus
maravillas sombrías, se encontraba frustrado por los preceptos
faltos de imaginación de sus congéneres. A penas escuchó el poderoso
llamado desde Northrend, el archimago hizo todo lo posible por
entrar en comunión con la poderosa voz. Convencido de que el Kirin
Tor era demasiado esquematizado para obtener el poder y conocimiento
inherentes a las artes oscuras, se resignó a aprender lo que pudiera
del inmensamente poderoso Rey Lich.
Dejando atrás su fortuna y prestigio político, Kel´thuzad abandonó
el Kirin Tor y Dalaran para siempre. Guiado por la persistente voz
del Rey Lich dentro de su cabeza, vendió sus vastas propiedades y
gastó su fortuna. Viajando solo muchas leguas en mar y tierra,
finalmente llegó a las heladas costas de Northrend. Con el propósito
de llegar a Icecrown y ofrecer sus servicios al Rey Lich, el
archimago pasó las salvajes y devastadas ruinas de Azjol-Nerub.
Kel’Thuzad pudo observar la ferocidad del poder del Rey Lich. Empezó
a pensar que aliarse con el misterioso poder del Rey Lich podría ser
beneficioso y a la vez muy peligroso.
Luego de largos meses de viajar por las árticas y desoladas tierras,
Kel´thuzad finalmente llegó al oscuro glaciar de Icecrown.
Cuidadosamente se acercó a la ciudadela de Ner´zhul y se quedó
asombrado al observar como los silenciosos guardias muertos
vivientes le dejaron pasar. Kel´thuzad descendió profundamente en la
fría tierra y encontró un camino hacia el corazón del glaciar. Allí,
en la profunda caverna de hielo y sombras, se postró delante del
Trono de Hielo y ofreció su alma al oscuro señor de los muertos.
El Rey Lich estaba complacido con su último conscripto. Le prometió
a Kel’Thuzad la inmortalidad y gran poder a cambio de su lealtad y
su obediencia. Hambriento de conocimiento y poder, Kel’Thuzad aceptó
su primera gran misión: regresar al mundo de los hombres y fundar
una nueva religión que adoraría al Rey Lich como un dios.
Para ayudar al archimago a cumplir su misión, Ner´zhul dejó la
humanidad de Kel´thuzad intacta. Utilizaría el carisma del mago y lo
cargaría con poderes de ilusión y persuasión, con los que esperaba
convencer a las descomplacidas masas de Lordaeron. Entonces, una vez
lograda su atención, les mostraría un nuevo modelo de sociedad y una
nueva figura a la que llamar rey.
Kel´thuzad volvió a Lordaeron disfrazado, y durante el transcurso de
tres años, usó su fortuna e intelecto para formar una hermandad
clandestina de ilusos hombres y mujeres. La hermandad, a la cual
llamó el Culto de los Condenados, prometió a sus acólitos igualdad
social y vida eterna en Azeroth a cambio de su servicio y obediencia
a Ner´zhul. Con el paso de los meses, Kel´thuzad encontró muchos
ansiosos voluntarios por unirse a su nuevo culto, entre los sobre
explotados trabajadores de Lordaeron. Fue sorprendentemente fácil
para Kel´thuzad transferir la fe de sus ciudadanos en la Santa Luz
en la oscura sombra de Ner´zhul.
Con el éxito de Kel´thuzad en Lordaeron, el Rey Lich empezó sus
preparativos finales para su asalto contra la civilización humana.
Colocando las energías de la plaga en un número de artefactos
especiales, Ner´zhul ordenó a Kel´thuzad transportar estos
artefactos a Lordaeron, donde los escondería en varias villa
controladas por el Culto. Los artefactos, protegidos por los leales
acólitos, actuarían como generadores de la plaga, diseminándola
entre las desprevenidas granjas y ciudades del norte de Lordaeron.
El plan del Rey Lich trabajaba a la perfección. Muchos de los
ciudadanos de las villas del norte se contaminaron casi en forma
inmediata. Como en Northrend, los ciudadanos que contrajeron la
plaga murieron y revivieron como esclavos del Rey Lich. Los acólitos
a la orden de Kel’thuzad estaban ansiosos de morir y levantarse de
nuevo al servicio de su oscuro señor. Les emocionaba el prospecto de
la inmortalidad como muertos vivientes. Con la diseminación de la
plaga, más y más feroces zombis se levantaban en las tierras del
norte. Kel’thuzad observó al creciente ejército del Rey Lich y le
llamó El Azote, el cual pronto marcharía sobre las puertas de
Lordaeron y barrería a la humanidad de la faz del mundo.
Un heredero forzoso…
Mientras los Señores del Terror se encontraban complacidos con que
la verdadera misión de Ner´zhul hubiera finalmente iniciado, el Rey
Lich se conmovía dentro de los sombríos confines del Trono de Hielo.
A pesar de sus enormes poderes psíquicos y completo dominio sobre
los muertos vivientes, se daba cuenta de que era un prisionero en el
bloque de hielo. Y, debido a sus grandes poderes, sabía que los
demonios lo destruirían tan pronto completara su misión.
Sin embargo, aún le quedaba una esperanza de libertad, una
posibilidad de escapar a su terrible maldición. Si encontrara un
huésped apropiado, algún ingenuo que se debatiera entre la oscuridad
y la luz, el podría poseer su cuerpo y escapar de los confines del
Trono de Hielo para siempre.
Una vez más, el Rey Lich expandió su vasta conciencia y encontró el
anfitrión perfecto…
Una nueva generación
Los años han pasado y una relativa paz se ha impuesto sobre
Lordaeron. El Rey Terenas y el Arzobispo Alonsus Faol han trabajado
concienzudamente en reconstruir el reino y mantener unida a las
naciones restantes de la Alianza. El sureño reino de Azeroth ha
crecido y prosperado nuevamente y ha restablecido su anterior poder
militar bajo el liderazgo del joven y visionario Rey Varian Wrynn IV.
Uther el Portador de la Luz, el comandante supremo de la Orden de
los Paladines de la Santa Luz, mantiene la paz en Lordaeron
acallando las disputas entre civiles y buscando la alianza de las
otras razas semi-humanas del reino. El Almirante Proudmoore, cuyas
poderosas flotas patrullas las líneas de comercio mercante cazando
piratas y merodeadores, mantiene el orden sobre los mares. Pero una
nueva generación de héroes ha capturado la imaginación del
populacho.
El único hijo varón del Rey Terenas, Arthas Menethil, se ha
convertido en un fuerte y apuesto joven. El Príncipe ha sido
entrenado como un guerrero por Muradin Bronzebeard – hermano del rey
Magni de Ironforge – y a pesar de su juventud, es considerado uno de
los mejores espadachines de Lordaeron. Cerca de la edad de
diecinueve años Arthas ha ingresado a la Orden de la Mano de Plata
bajo el comando de Lord Uther. El poderoso Uther, quien ha sido como
un hermano para el Rey Terenas por muchos años, considera al
Príncipe más un nieto favorito que un pupilo. Aunque terco y algo
arrogante, nadie podía disputar la tenacidad y valentía del Príncipe
Arthas. Cuando las bandas de Trolls de Zul’Aman comenzaron a atacar
de nuevo las fronteras de Quel´thalas, Arthas rápidamente se ha
traído abajo las salvajes bandas y le ha puesto fin a su pillería.
A pesar de su heroísmo, los ciudadanos de Lordaeron se han
obsesionado con la vida personal del joven príncipe. Rumores acerca
de un creciente romance Arthas y Lady Jaina Proudmoore recorren la
superficie del reino. Jaina es la joven hija del Almirante
Proudmoore, una amiga de la infancia de Arthas. Sin embargo, la
bella muchacha también es la pupila estrella del Kirin Tor – el
Concejo de Magos de Dalaran. Bajo la tutoría del reverenciado
Archimago Antonidas, Jaina es considerada un prodigio y una
excelente estudiante de la magia y la investigación. Fuera del rigor
de sus deberes, Arthas y Jaina mantienen una cercana relación.
Debido a la deteriorada salud del Rey Terenas, los ciudadanos se
encuentran complacidos con imaginar el casamiento del Príncipe, para
continuar la línea real.
Hartos de la atención pública, Arthas y Jaina cuidan de mantener su
relación lo más privada posible. Pero Jaina, comprometida por sus
estudios en Dalaran, sabe que su romance no prosperará. Sabe que los
caminos de la magia son su verdadero llamado y que su amor es el
adquirir conocimiento – no los tramposos aposentos de un trono. Para
frustración de los ciudadanos de Lordaeron, ambos amantes se han
apartado para enfocarse en sus deberes.
Muchos individuos deseosos de poder de todo el mundo acudieron al
llamado mental del Rey Lich desde Northrend. El más notable de ellos
fue sin embargo un archimago de Dalaran llamado Kel´thuzad, quién
era uno de los miembros más destacados del Kirin Tor, el concejo que
dirigía Dalaran. Era considerado un rebelde por años debido a su
insistencia en estudiar las artes prohibidas de la necromancia.
Decidido a aprender todo lo que pudiera del mundo mágico y sus
maravillas sombrías, se encontraba frustrado por los preceptos
faltos de imaginación de sus congéneres. A penas escuchó el poderoso
llamado desde Northrend, el archimago hizo todo lo posible por
entrar en comunión con la poderosa voz. Convencido de que el Kirin
Tor era demasiado esquematizado para obtener el poder y conocimiento
inherentes a las artes oscuras, se resignó a aprender lo que pudiera
del inmensamente poderoso Rey Lich.
Dejando atrás su fortuna y prestigio político, Kel´thuzad abandonó
el Kirin Tor y Dalaran para siempre. Guiado por la persistente voz
del Rey Lich dentro de su cabeza, vendió sus vastas propiedades y
gastó su fortuna. Viajando solo muchas leguas en mar y tierra,
finalmente llegó a las heladas costas de Northrend. Con el propósito
de llegar a Icecrown y ofrecer sus servicios al Rey Lich, el
archimago pasó las salvajes y devastadas ruinas de Azjol-Nerub.
Kel’Thuzad pudo observar la ferocidad del poder del Rey Lich. Empezó
a pensar que aliarse con el misterioso poder del Rey Lich podría ser
beneficioso y a la vez muy peligroso.
Luego de largos meses de viajar por las árticas y desoladas tierras,
Kel´thuzad finalmente llegó al oscuro glaciar de Icecrown.
Cuidadosamente se acercó a la ciudadela de Ner´zhul y se quedó
asombrado al observar como los silenciosos guardias muertos
vivientes le dejaron pasar. Kel´thuzad descendió profundamente en la
fría tierra y encontró un camino hacia el corazón del glaciar. Allí,
en la profunda caverna de hielo y sombras, se postró delante del
Trono de Hielo y ofreció su alma al oscuro señor de los muertos.
El Rey Lich estaba complacido con su último conscripto. Le prometió
a Kel’Thuzad la inmortalidad y gran poder a cambio de su lealtad y
su obediencia. Hambriento de conocimiento y poder, Kel’Thuzad aceptó
su primera gran misión: regresar al mundo de los hombres y fundar
una nueva religión que adoraría al Rey Lich como un dios.
Para ayudar al archimago a cumplir su misión, Ner´zhul dejó la
humanidad de Kel´thuzad intacta. Utilizaría el carisma del mago y lo
cargaría con poderes de ilusión y persuasión, con los que esperaba
convencer a las descomplacidas masas de Lordaeron. Entonces, una vez
lograda su atención, les mostraría un nuevo modelo de sociedad y una
nueva figura a la que llamar rey.
Kel´thuzad volvió a Lordaeron disfrazado, y durante el transcurso de
tres años, usó su fortuna e intelecto para formar una hermandad
clandestina de ilusos hombres y mujeres. La hermandad, a la cual
llamó el Culto de los Condenados, prometió a sus acólitos igualdad
social y vida eterna en Azeroth a cambio de su servicio y obediencia
a Ner´zhul. Con el paso de los meses, Kel´thuzad encontró muchos
ansiosos voluntarios por unirse a su nuevo culto, entre los sobre
explotados trabajadores de Lordaeron. Fue sorprendentemente fácil
para Kel´thuzad transferir la fe de sus ciudadanos en la Santa Luz
en la oscura sombra de Ner´zhul.
Con el éxito de Kel´thuzad en Lordaeron, el Rey Lich empezó sus
preparativos finales para su asalto contra la civilización humana.
Colocando las energías de la plaga en un número de artefactos
especiales, Ner´zhul ordenó a Kel´thuzad transportar estos
artefactos a Lordaeron, donde los escondería en varias villa
controladas por el Culto. Los artefactos, protegidos por los leales
acólitos, actuarían como generadores de la plaga, diseminándola
entre las desprevenidas granjas y ciudades del norte de Lordaeron.
El plan del Rey Lich trabajaba a la perfección. Muchos de los
ciudadanos de las villas del norte se contaminaron casi en forma
inmediata. Como en Northrend, los ciudadanos que contrajeron la
plaga murieron y revivieron como esclavos del Rey Lich. Los acólitos
a la orden de Kel’thuzad estaban ansiosos de morir y levantarse de
nuevo al servicio de su oscuro señor. Les emocionaba el prospecto de
la inmortalidad como muertos vivientes. Con la diseminación de la
plaga, más y más feroces zombis se levantaban en las tierras del
norte. Kel’thuzad observó al creciente ejército del Rey Lich y le
llamó El Azote, el cual pronto marcharía sobre las puertas de
Lordaeron y barrería a la humanidad de la faz del mundo.
Un heredero forzoso…
Mientras los Señores del Terror se encontraban complacidos con que
la verdadera misión de Ner´zhul hubiera finalmente iniciado, el Rey
Lich se conmovía dentro de los sombríos confines del Trono de Hielo.
A pesar de sus enormes poderes psíquicos y completo dominio sobre
los muertos vivientes, se daba cuenta de que era un prisionero en el
bloque de hielo. Y, debido a sus grandes poderes, sabía que los
demonios lo destruirían tan pronto completara su misión.
Sin embargo, aún le quedaba una esperanza de libertad, una
posibilidad de escapar a su terrible maldición. Si encontrara un
huésped apropiado, algún ingenuo que se debatiera entre la oscuridad
y la luz, el podría poseer su cuerpo y escapar de los confines del
Trono de Hielo para siempre.
Una vez más, el Rey Lich expandió su vasta conciencia y encontró el
anfitrión perfecto…
Una nueva generación
Los años han pasado y una relativa paz se ha impuesto sobre
Lordaeron. El Rey Terenas y el Arzobispo Alonsus Faol han trabajado
concienzudamente en reconstruir el reino y mantener unida a las
naciones restantes de la Alianza. El sureño reino de Azeroth ha
crecido y prosperado nuevamente y ha restablecido su anterior poder
militar bajo el liderazgo del joven y visionario Rey Varian Wrynn IV.
Uther el Portador de la Luz, el comandante supremo de la Orden de
los Paladines de la Santa Luz, mantiene la paz en Lordaeron
acallando las disputas entre civiles y buscando la alianza de las
otras razas semi-humanas del reino. El Almirante Proudmoore, cuyas
poderosas flotas patrullas las líneas de comercio mercante cazando
piratas y merodeadores, mantiene el orden sobre los mares. Pero una
nueva generación de héroes ha capturado la imaginación del
populacho.
El único hijo varón del Rey Terenas, Arthas Menethil, se ha
convertido en un fuerte y apuesto joven. El Príncipe ha sido
entrenado como un guerrero por Muradin Bronzebeard – hermano del rey
Magni de Ironforge – y a pesar de su juventud, es considerado uno de
los mejores espadachines de Lordaeron. Cerca de la edad de
diecinueve años Arthas ha ingresado a la Orden de la Mano de Plata
bajo el comando de Lord Uther. El poderoso Uther, quien ha sido como
un hermano para el Rey Terenas por muchos años, considera al
Príncipe más un nieto favorito que un pupilo. Aunque terco y algo
arrogante, nadie podía disputar la tenacidad y valentía del Príncipe
Arthas. Cuando las bandas de Trolls de Zul’Aman comenzaron a atacar
de nuevo las fronteras de Quel´thalas, Arthas rápidamente se ha
traído abajo las salvajes bandas y le ha puesto fin a su pillería.
A pesar de su heroísmo, los ciudadanos de Lordaeron se han
obsesionado con la vida personal del joven príncipe. Rumores acerca
de un creciente romance Arthas y Lady Jaina Proudmoore recorren la
superficie del reino. Jaina es la joven hija del Almirante
Proudmoore, una amiga de la infancia de Arthas. Sin embargo, la
bella muchacha también es la pupila estrella del Kirin Tor – el
Concejo de Magos de Dalaran. Bajo la tutoría del reverenciado
Archimago Antonidas, Jaina es considerada un prodigio y una
excelente estudiante de la magia y la investigación. Fuera del rigor
de sus deberes, Arthas y Jaina mantienen una cercana relación.
Debido a la deteriorada salud del Rey Terenas, los ciudadanos se
encuentran complacidos con imaginar el casamiento del Príncipe, para
continuar la línea real.
Hartos de la atención pública, Arthas y Jaina cuidan de mantener su
relación lo más privada posible. Pero Jaina, comprometida por sus
estudios en Dalaran, sabe que su romance no prosperará. Sabe que los
caminos de la magia son su verdadero llamado y que su amor es el
adquirir conocimiento – no los tramposos aposentos de un trono. Para
frustración de los ciudadanos de Lordaeron, ambos amantes se han
apartado para enfocarse en sus deberes.
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Re: Capítulo 5: El Retorno de la Legión Ardiente
Letargo de los Orcos
Mientras tanto, en las tierras devastadas por la guerra, los últimos
remanentes de la Horda peleaban por sobrevivir. Aunque Grom
Hellscream y su clan Warsong habían logrado evadir su captura,
Kilrogg Ojo Tuerto y el Clan Bleeding Hollow habían sido capturados
y recluidos en los campos de internamiento de Lordaeron.
Los meses pasaron, y más orcos eran emboscados y colocados en los
campos de internamiento. Cuando los campos empezaron a
sobre-poblarse, la Alianza se vio forzada a construir nuevos campos
en los planos del sur de las Montañas Alterac. Para mantener y
suplir apropiadamente el creciente número de campos, el Rey Terenas
impuso un nuevo impuesto a las naciones de la Alianza. Este
impuesto, junto con las crecientes tensiones políticas sobre los
bordes en disputa, creó un sentimiento de gran disconformidad. El
frágil pacto que habían forjado las naciones humanas en su más
oscura hora podría romperse en cualquier momento.
Además de esta división política, muchos de los guardias de los
campos comenzaron a dar la noticia de que un cambio inexplicable se
estaba dando en los orcos capturados. Los esfuerzos orcos por
escapar de los campos o incluso sus deseos de pelear entre ellos
iban decreciendo en frecuencia con el tiempo. Los orcos se estaban
volviendo cada vez más somnolientos y letárgicos. Aunque pareciera
difícil de creer, los orcos – una vez la raza más agresiva que jamás
se viera sobre Azeroth – habían perdido completamente su deseo de
luchar. El extraño letargo confundió a los líderes de la Alianza y
decidieron estudiarla antes de que los orcos despertaran de nuevo.
Algunos especulaban que una extraña enfermedad, contraída solo por
orcos, era la causa del creciente letargo. Pero el anciano Archimago
Antonidas de Dalaran, líder del Kirin Tor, tenía una hipótesis
distinta. Recogiendo lo poco que pudo encontrar acerca de la
historia orca, Antonidas aprendió que los orcos habían caído bajo la
terrible influencia del poder demoníaco por generaciones. Especuló
que los orcos habían sido corrompidos por estos poderes mucho antes
de su primera invasión sobre Azeroth. Claramente, los orcos habían
contaminado la sangre orca, y los había convertido en los brutos con
sobrenatural fuerza, dureza y agresión.
Antonidas pensaba que el letargo generalizado de los orcos no era
una enfermedad, sino la consecuencia de la ausencia racial de las
volátiles brujerías que los había convertido en osados guerreros
sedientos de sangre. Aunque los síntomas eran claros, Antonidas fue
incapaz de hallar una cura para la presente condición de los orcos.
Además, muchos de sus camaradas magos, de acuerdo con algunos pocos
líderes notables de la Alianza, argumentaron que hallar una cura
para los orcos podría ser una aventura imprudente. La conclusión
final de Antonidas fue que los orcos necesitaban una cura
espiritual.
Señor de los Clanes
“Ellos te llaman monstruo.Pero ellos son los monstruos, no tú.”
Taretha Foxton
Prisión de Durnholde
El guardián en jefe de los campos de internamiento Aedelas
Blackmoore, observa los orcos cautivos desde su prisión fortaleza de
Durnholde. Orcos brutales, del tamaño de dos hombres uno sobre el
otro, deformados, de brazos como troncos y afilados colmillos
sobresalientes, de piel verde. Un orco en particular siempre ha
despertado su interés (y de inmediato empieza a recordar): sobre los
cuerpos ensangrentados de un orco y una orca, Aedelas Blackmoore ha
encontrado un niño orco llorando…Han pasado casi diecinueve años
desde aquel encuentro. Blackmoore ha levantado al joven macho como
un esclavo favorecido, y le ha llamado Thrall. Aquel niño creció, y
fue entrenado como gladiador, con todo el salvajismo de un orco,
pero también le han enseñado táctica, filosofía y estrategia
militar, con el intelecto propio de un erudito humano. Después de
todo, el corrupto guardián lo ha modelado para usarlo como un arma
para doblegar a toda la Alianza.
Fue entrenado y golpeado por muchos, pero una mujer humana, Taretha
Foxton, concubina del general Blackmoore, se convirtió en su
enfermera y su mejor amiga. Mientras Blackmoore lo torturaba dentro
del ring, Taretha comenzó a escribirle cartas a su prisión, y él se
las contestaba, pues ella le había enseñado, secretamente, a leer y
escribir. Ella le enseño todo lo que Blackmoore le negaba: el amor,
el respeto, y el honor. Thrall se convirtió en un erudito. Conocía
historia del arte, poesía, literatura. La joven chica humana había
desarrollado una fuerte empatía por aquel infante orco que había
llegado luego de que su hermano recién nacido, Faralyn Foxton, había
muerto por una terrible fiebre antes de la llegada de Thrall. Por
esto, Taretha lo cuidaba compasivamente como si fuera su propio
hermano.
Desconociendo su pasado, el joven Thrall ha crecido como un fuerte y
hábil orco, y sabía, en su corazón, que la vida de esclavo no era
para él. Conforme maduraba, se entera de la suerte que ha corrido su
gente, los orcos, ha quienes jamás ha conocido: después de su
derrota, muchos de ellos han sido colocados en campos de
internamiento. Rumoran que el antiguo líder de los Orcos, Doomhammer,
ha escapado de Lordaeron y se ha ocultado en las montañas. Solamente
un solitario clan continúa sus operaciones en secreto, tratando de
evadir los ojos vigilantes de la Alianza. Su maestro, Jaramin
Skisson, estaba muy asombrado con la gran inteligencia que el joven
orco demostraba, pero Lord Blackmoore la atribuía a que Thrall había
crecido entre humanos, despreciando el gran potencial del orco.
Blackmoore encargó a Sergeant, veterano soldado apostado en
Durnholde, de entrenar a Thrall como gladiador. Sergeant enseñó a
Thrall como balancear su propia fuerza y usarla apropiadamente
contra el enemigo en la batalla.
La gota que derramaría el vaso, sin embargo, fue cuando Blackmoore,
a pesar de las vehementes protestas de Sergeant, forzó a Thrall a un
combate mortal contra un enorme ogro, que casi le cuesta la vida al
joven orco. El hábil pero inexperto Thrall decide escapar del fuerte
de Blackmoore y encontrar a otros de su clase, para lo cual recibe
la ayuda de Taretha y de Sergeant, a espaldas del general. Durante
su primer viaje, visitó los distintos campos de internamiento, y
encontró que la una vez poderosa raza orca había caído en un extraño
letargo. Al no encontrar los valerosos guerreros que esperaba
descubrir, Thrall decide salir en búsqueda del único jefe orco que
nunca ha sido derrotado, Grom Hellscream, y su fiel clan Warsong.
Sin embargo, la guardiana del campo, Lady Remka, lo reconoce como el
preferido de Blackmoore y de inmediato avisa al malvado Lord del
escape de su gladiador. Ayudado por el anciano orco Kelgar y la
esclava personal de Remka, Greekik, que crean una diversión, Thrall
logra huir hacia las montañas. Esto le costará su puesto a Remka. En
la inmensidad de las montañas Redrigde, una partida de orcos
liderada por Rekshak encuentra a Thrall y lo lleva ante Grom.
Rekshak nunca confió en Thrall hasta que el joven orco tomó la
decisión de abandonar el campamento para proteger a los Warsong de
la ira de Blackmoore.
Constantemente cazado por los humanos, Hellscream nunca abandonó la
inquebrantable voluntad de pelear por la Horda. Ayudado solamente
por su devoto clan Warsong, Hellscream ha continuado una guerra
oculta contra la opresión de su gente, tratando de liberar a los
orcos de los campos. Desafortunadamente, Hellscream nunca encontró
la manera de liberar a los orcos capturados de su letargo. El
impresionable Thrall, inspirado por el idealismo de Hellscream,
desarrolla una fuerte empatía por la Horda y sus tradiciones
guerreras.
Buscando la verdad de sus orígenes, Thrall viaja hacia el norte en
busca del legendario Clan de los Lobos de Hielo. Thrall descubrió
que los Lobos habían sido exiliados por Gul´dan durante los primeros
días de la Primera Guerra. También se enteró de que era hijo del
héroe orco Durotan, el verdadero jefe de los Lobos de Hielo, quien
junto a su madre Draka, había sido asesinado salvajemente hace más
de veinte años. Dirigidos por sus nuevos líderes, el venerable
chamán Drek´thar, ciego de nacimiento, y por Nazgrel, un hábil
guerrero que había tomado el mando luego de la muerte de Durotan,
los Lobos de Hielo habían logrado sobrevivir ocultándose en las
montañas.
Bajo el tutelaje Drek´tar, Thrall estudió la ancestral cultura
chamanística de su pueblo, que había sido olvidada durante la
malvada regencia de Gul´dan. Con el tiempo, Thrall aprendió a
escuchar a los espíritus de las fuerzas de la naturaleza: ha tener
comunión con la lluvia, el viento, la tierra, la tormenta, el fuego
y los animales, y se convirtió en un poderoso chamán, tomando su
lugar como jefe de los exiliados Lobos de Hielo. De Drek’tar, Thrall
aprendió que era hijo de Draka, hija de Kelkar, y descendiente de
uno de los más grandes guerreros de la historia orca, Rakhish.
Fortalecido por los elementos y conducido por ellos mismos salió en
busca de su destino. Salvado por su padre de la corrupción demoníaca
al no beber éste la sangre de Mannoroth, ahora Thrall siente el
deber de liberar a sus hermanos cautivos y sanar a su raza de la
corrupción.
Bajo la enseñanza de Nazgrel y Rekshak, Thrall aprende a dominar el
arte de montar lobos. Snowsong, una tierna y valiente loba blanca,
es escogida para ser su compañera en las batallas, y desde ese
momento, siempre le será fiel. Snowsong no solo será su montura,
sino su amiga fiel.
A su regreso a Lordaeron, se entera de que Grom Hellscream ha
hallado al anciano Señor de la Guerra de la Horda, Orgrim Doomhammer,
quien ha vivido como ermitaño muchos años. Para probar al joven,
Doomhammer lo reta a un duelo amistoso. Thrall logra vencer al
anciano Orgrim y le arrebata su mazo de guerra. Doomhammer, quien
era cercano amigo de Durotan, el padre de Thrall, decide seguir al
joven y visionario orco, y ayudarlo en su cruzada para liberar a los
orcos cautivos. Apoyado por muchos de los veteranos jefes, como Grom
Hellscream, Doomhammer y Jubei’thos, Thrall finalmente logra
revitalizar a la Horda y darle a su pueblo una nueva identidad
espiritual.
Para simbolizar el renacimiento de su pueblo, Thrall ha regresado a
la fortaleza de Blackmoore en Durnholde a ponerle fin a los planes
de su antiguo amo mediante un asedio a los campos de internamiento.
Su victoria tendrá un precio: durante la liberación de uno de los
campos, Doomhammer cae en la batalla. Desde lo alto de la fortaleza,
el ebrio Blackmoore lanza la cabeza cortada de Taretha Foxton. Aún
con este terrible hecho, el noble orco le da una última oportunidad
de defenderse antes de matarlo. Negándose a atacarlo cuando estaba
desarmado y en el suelo, Thrall le propicia un arma a su antiguo
amo, para luego acabar con él en un combate cuerpo a cuerpo.
Thrall toma el legendario Martillo de la Tormenta, el Doomhammer, y
se coloca la armadura negra y plateada. Los jefes de clanes lo
aclaman como nuevo Señor de la Guerra. Durante los siguientes meses,
la pequeña pero volátil Horda de Thrall ataca los campos de
internamiento y esquiva con sus astutas estrategias, los mejores
esfuerzos de la Alianza por detenerlo. Respaldado por su mejor amigo
y mentor, Grom Hellscream, Thrall está decidido a que su gente no
vuelva a ser esclava: ni de los demonios ni de los humanos.
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Re: Capítulo 5: El Retorno de la Legión Ardiente
El regreso de la Sombra - Cisma de la Alianza
Han pasado cerca de quince años de paz, y rumores de guerra
comienzan a circular nuevamente. Los agentes del Rey han reportado
que un joven y astuto Señor de la Guerra ha levantado y guiado a los
pocos clanes orcos remanentes dentro de una nueva fuerza
combatiente. El joven Señor de la Guerra ha destruido los campos de
internamiento y ha liberado a su pueblo. La “Nueva Horda”, a su
paso, ha atacado la norteña ciudad de Stratholme en su intento por
rescatar a varios guerreros capturados. La Horda incluso ha
destruido Durnholde – el fuerte que se encargaba de la seguridad de
los campos de internamiento – y ha asesinado al oficial mayor a su
cargo. El Rey Terenas ha enviado a Uther y sus paladines en busca
del Señor de la Guerra, pero los astutos orcos no han podido ser
hallados. El joven Señor de la Guerra ha demostrado ser algo más que
un genio táctico, y ha logrado evadir los esfuerzos de Uther por
acorralarlo con sus ataques de guerrillas.
En los años siguientes a la derrota de la Horda, los líderes de
varias naciones de la Alianza comenzaron a discutir acerca de
asuntos territoriales y disminución de la influencia política. El
Rey Terenas de Lordaeron, el patrón de la Alianza, comienza a
sospechar que el frágil pacto que han forjado durante su hora más
oscura no duraría por mucho más. Terenas ha convencido a los líderes
de la Alianza de enviar dinero y trabajadores para ayudar a la
reconstrucción de la ciudad de Stormwind, que fue destruida durante
la ocupación orca de Azeroth. Estos impuestos, aunados al gran gasto
de mantenimiento y operación de los campos de internamiento orco,
llevaron a muchos líderes (en particular a Genn Greymane, de Gilneas)
a creer que sus reinos estarían mejor fuera de la Alianza. Thoras
Trollbane, por su parte, consideraba a los orcos demasiado
peligrosos como para dejarlos vivos, por lo que propuso la ejecución
masiva. Al negarse los otros líderes a tal solución, el Señor de
Stromgarde decide retirar a la ciudad de la Alianza.
Para empeorar las cosas, los bruscos Altos Elfos de Silvermoon
rescindieron su participación en la Alianza, argumentando que el
pobre liderazgo de los humanos había llevado al incendio de sus
bosques durante la Segunda Guerra. Aunque Terenas tácticamente les
recordó a los elfos que nada de Quel’thalas hubiera quedado sin que
cientos de valerosos humanos no hubieran dado su vida para
defenderla, los elfos decidieron continuar su propio camino.
Aunque la Alianza se desintegraba, el Rey Terenas aún tenía aliados
con los cuales contar. El Almirante Proudmoore de Kul Tiras y el
joven Rey Varian Wrynn de Azeroth continuaron dentro de la Alianza.
Así mismo, los magos del Kirin Tor, liderados por el Archimago
Antonidas, plegaron a Dalaran a sostener las leyes de Terenas. El
más fiel, sin embargo, fue el poderoso rey Magni Barba de Bronce,
quien juró que los enanos de Ironforge tenían una deuda de honor con
la Alianza por liberar Khaz Modan del control de la Horda.
Además de los ataques del nuevo líder orco, el Rey Terenas se
encuentra perturbado por una nueva mala noticia desde el norte.
Rumores de un número creciente de “cultos de la muerte” han llegado
desde las provincias del norte. Los cultos han proliferado entre los
descorazonados e insatisfechos ciudadanos de Lordaeron,
ofreciéndoles la “vida eterna” sobre la tierra en lugar de servir al
Rey. Después de muchos años de paz y quietud, el Rey Terenas
reconoció que los problemas solamente inician en su tierra. Aún así,
siente cierta tranquilidad al saber que cada vez que su tierra ha
sido puesta a prueba, sus defensores, nuevos y viejos, han sabido
mantenerla a salvo.
Han pasado cerca de quince años de paz, y rumores de guerra
comienzan a circular nuevamente. Los agentes del Rey han reportado
que un joven y astuto Señor de la Guerra ha levantado y guiado a los
pocos clanes orcos remanentes dentro de una nueva fuerza
combatiente. El joven Señor de la Guerra ha destruido los campos de
internamiento y ha liberado a su pueblo. La “Nueva Horda”, a su
paso, ha atacado la norteña ciudad de Stratholme en su intento por
rescatar a varios guerreros capturados. La Horda incluso ha
destruido Durnholde – el fuerte que se encargaba de la seguridad de
los campos de internamiento – y ha asesinado al oficial mayor a su
cargo. El Rey Terenas ha enviado a Uther y sus paladines en busca
del Señor de la Guerra, pero los astutos orcos no han podido ser
hallados. El joven Señor de la Guerra ha demostrado ser algo más que
un genio táctico, y ha logrado evadir los esfuerzos de Uther por
acorralarlo con sus ataques de guerrillas.
En los años siguientes a la derrota de la Horda, los líderes de
varias naciones de la Alianza comenzaron a discutir acerca de
asuntos territoriales y disminución de la influencia política. El
Rey Terenas de Lordaeron, el patrón de la Alianza, comienza a
sospechar que el frágil pacto que han forjado durante su hora más
oscura no duraría por mucho más. Terenas ha convencido a los líderes
de la Alianza de enviar dinero y trabajadores para ayudar a la
reconstrucción de la ciudad de Stormwind, que fue destruida durante
la ocupación orca de Azeroth. Estos impuestos, aunados al gran gasto
de mantenimiento y operación de los campos de internamiento orco,
llevaron a muchos líderes (en particular a Genn Greymane, de Gilneas)
a creer que sus reinos estarían mejor fuera de la Alianza. Thoras
Trollbane, por su parte, consideraba a los orcos demasiado
peligrosos como para dejarlos vivos, por lo que propuso la ejecución
masiva. Al negarse los otros líderes a tal solución, el Señor de
Stromgarde decide retirar a la ciudad de la Alianza.
Para empeorar las cosas, los bruscos Altos Elfos de Silvermoon
rescindieron su participación en la Alianza, argumentando que el
pobre liderazgo de los humanos había llevado al incendio de sus
bosques durante la Segunda Guerra. Aunque Terenas tácticamente les
recordó a los elfos que nada de Quel’thalas hubiera quedado sin que
cientos de valerosos humanos no hubieran dado su vida para
defenderla, los elfos decidieron continuar su propio camino.
Aunque la Alianza se desintegraba, el Rey Terenas aún tenía aliados
con los cuales contar. El Almirante Proudmoore de Kul Tiras y el
joven Rey Varian Wrynn de Azeroth continuaron dentro de la Alianza.
Así mismo, los magos del Kirin Tor, liderados por el Archimago
Antonidas, plegaron a Dalaran a sostener las leyes de Terenas. El
más fiel, sin embargo, fue el poderoso rey Magni Barba de Bronce,
quien juró que los enanos de Ironforge tenían una deuda de honor con
la Alianza por liberar Khaz Modan del control de la Horda.
Además de los ataques del nuevo líder orco, el Rey Terenas se
encuentra perturbado por una nueva mala noticia desde el norte.
Rumores de un número creciente de “cultos de la muerte” han llegado
desde las provincias del norte. Los cultos han proliferado entre los
descorazonados e insatisfechos ciudadanos de Lordaeron,
ofreciéndoles la “vida eterna” sobre la tierra en lugar de servir al
Rey. Después de muchos años de paz y quietud, el Rey Terenas
reconoció que los problemas solamente inician en su tierra. Aún así,
siente cierta tranquilidad al saber que cada vez que su tierra ha
sido puesta a prueba, sus defensores, nuevos y viejos, han sabido
mantenerla a salvo.
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Re: Capítulo 5: El Retorno de la Legión Ardiente
De Sangre y Honor
Mientras las fuerzas de la Alianza discutían acerca de los próximos
pasos a tomar en contra de la naciente nueva Horda, la mayoría de
los ciudadanos de Lordaeron se entregaban a una vida libre de las
pestes de la guerra y la destrucción. Algunos soldados, famosos por
sus hazañas durante las Guerras Orcas, fueron premiados con tierras
o riqueza material. Uno de estos soldados fue Tirion Fordring, un
paladín de la Mano de Plata que, por sus grandes actos al servicio
de la Alianza, fue nombrado señor de la ciudadela de Mardenholde, en
las afueras de Stratholme. Tirion llevaba una vida apacible y
distendida a la par de su esposa, Karanda, y su hijo de cinco años,
Taelan.
Un día que Tirion exploraba las afueras de Mardenholde, se encontró
con un viejo orco que vivía como ermitaño. Los dos inmediatamente se
lanzaron a la batalla, y en la intensidad de la misma, llegaron
hasta una vieja torre abandonada. Mientras combatían, una parte de
la torre se desplomó sobre Tirion y lo dejó inconsciente. Días
después despertó para descubrirse durmiendo en su cama, y se enteró
de que había sido encontrado inconsciente vagando sobre su caballo,
Mirador, por su ambicioso segundo al mando, Bartilas. Tirion se
sentía tremendamente confundido, porque después de valorar todas las
posibilidades, el único que había podido subirlo de nuevo al
caballo, era el orco. Sin embargo, durante su sueño, Bartilas había
dado la advertencia de que los orcos se preparaban para golpear la
cercana villa de Hearthglen.
Una vez repuesto, Tirion regresó a la torre abandonada, donde halló
nuevamente al orco. Este dijo llamarse Eitrigg y le narró una
impresionante e incompresible historia, en la cual los orcos, muchos
años antes de invadir Azeroth, habían vivido en una sociedad noble
basada en los principios del chamanismo. Durante la guerra, Eitrigg
había desertado de la Horda al comprobar cuán viciosa y destructiva
se había vuelto.
Para Tirion aquello era algo que estaba más allá de su imaginación.
Sintiendo gran honor en el viejo orco, le prometió guardar en
secreto su existencia. De regreso a Stratholme, Tirion informó al
pueblo que no existía ninguna amenaza orca, pero Bartilas,
aprovechando la situación llamó al patrón de Stratholme, Salden
Dathroham, quien organizó una partida de cazadores y salieron en
busca de los orcos. Al único que hallaron fue a Eitrigg.
Cuando Tirion observa la captura de Eitrigg, inmediatamente cae en
una profunda depresión y a la vez enojo, por lo que atacó a los
guardias de la Alianza. Bartilas inmediatamente lo acusó de
traición. Tirion fue llamado a Stratholme para probar su lealtad.
A pesar de los ruegos de Karandra para que olvidara su honor y
dijera lo que la corte quería oir, Tirion le dijo que era su deber
de paladín decir la verdad y darle así un buen ejemplo a su hijo.
Tirion narró a la corte los hechos tal como sucedieron. La corte
decidió que, aunque sus intenciones eran justas, había atacado a
soldados de la Alianza, por lo que, para evitar su ejecución,
resolvieron expulsarlo de la Mano de Plata y condenarlo al exilio.
Fue enviado a Lordaeron, donde Uther Lightbringer en persona le
desnudó de sus poderes como paladín y le ordenó volver a Manderholde
para prepararse para el exilio. Lo pero de todo era que la corte de
Stratholme, a instancias del malvado Bartilas, había decidido que
Eitrigg sería condenado a muerte por crímenes de guerra.
Esa noche, Tirion decidió cumplir con la promesa hecha a Eitrigg,
por lo que, ensillando a Mirador, viajó a Stratholme decidido a
salvar al orco. Mientras Eitrigg subía la escalinata donde sería
colgado, sus verdugos se vieron repentinamente sorprendidos por el
ataque del expaladín. En ese momento, la ciudad se vio
repentinamente atacada por una enorme ola de orcos, que crearon tal
confusión, que los guardias de la Alianza se vieron obligados a
defenderla, lo que permitió a Tirion y a Eitrigg escapar.
Una vez a salvo en el bosque, Tirion se da cuenta que Eitrigg se
encuentra mal herido y agonizante. Sin poder hacer mayor cosa,
invoca el poder de la Luz para sanarlo, como una última esperanza.
Sorpresivamente y a pesar de que sus poderes le habían sido
arrebatados, la Luz, que conoce la bondad de los verdaderos
corazones nobles, responde a su llamado y Eitrigg es salvado.
Casi de inmediato, ambos se ven rodeados por orcos. Uno en especial,
montado sobre una hermosa loba blanca, portando una esplendorosa
armadura negra y plateada, se acerca a Eitrigg y le ofrece
reintegrarse a la Horda, que ha reiniciado un proceso de
redescubrimiento de sus tradiciones chamanísticas. Eitrigg no duda
en aceptar.
Entonces, Thrall, el nuevo Señor de la Guerra de la Horda, saluda a
Tirion y los guerreros parten. Tirion, que bien pudo acabar muerto a
manos de los orcos, regresa a Manderholde al lado de su familia. Su
hijo Taelan, a la edad de veinte años, ingresará a la orden de la
Mano de Plata como paladín. Tirion está feliz de saber que su hijo
ha aprendido que su hijo, y él también, han aprendido una valiosa
lección de sangre y honor.
La visión de Thrall
El sol cae lentamente sobre el ocaso. Sobre las tranquilas praderas
la brisa mece los últimos remanentes de la hierba. Una voz, por
centurias perdida, danza en el viento. “Las arenas del tiempo se han
ido, hijo de Durotan”. De pronto, a lo lejos, una columna de humo,
oscura, cual terrible incertidumbre de la desgracia, se eleva desde
el horizonte, y al son de cientos de pasos que corren presurosos
hacia la muerte, al son de los tambores de guerra que hace siglos
hicieron retumbar los cimientos mismos de la tierra, corren las
almas presurosas hacia su destino de sangre y fuego. Allí, bravía,
inmensa, desafiante, como la soñaran los antiguos Señores de la
Guerra, la fatal Horda marcha. “Los gritos de guerra de nuevo hacen
eco en el viento. Los fantasmas del pasado recorren la tierra, y
gimen una vez más por el conflicto”. Al horizonte la esperanza y la
muerte se dan la mano y se transmutan en el grito de la amargura.
Una espada maldita se levanta y blande el destino de los pueblos. Al
son de trompetas, espadas, escudos, lanzas, estandartes, la Alianza
se lanza desesperada a la lucha. “Héroes se levantarán para asumir
el reto, y guiarán a los suyos a la batalla”. El cielo se ha
enrojecido, y Thrall, de pie entre sus hermanos, mira como del cielo
descienden en medio de llamas enormes meteoros que evocan un destino
largamente olvidado. “Y mientras los ejércitos mortales se destruyen
unos a otros, la Sombra Ardiente ha llegado para consumirnos a
todos…” Bajo el cielo lluvioso, una figura se materializa, y
señalando al jefe orco le ordena. “¡Tú deberás conducir a la Horda
para cumplir con su destino!”. Repentinamente, todo es oscuridad. Y
en la profundidad del inconsciente, la voz reclama: “Sígueme
afuera”. Thrall ha despertado. Un sudor frío corre por su frente.
Afuera de su cabaña, solo se escucha el chapoteo de la lluvia en la
oscura noche…
Thrall despierta de su perturbadora visión para encontrar un cuervo
afuera de su madriguera. Para su sorpresa, el cuervo se ha
transformado en un hombre. Aún excitado, Thrall interroga al humano
sobre sus propósitos. Éste le responde que fue humano hace mucho
tiempo, pero que ahora es algo más. Ha proclamado ser un Profeta,
quien ha de mostrarle el destino de la Horda. Dispuesto a seguirlo,
el Profeta ha anunciado al líder orco el regreso de los demonios, y
que Thrall debe conducir a la Horda hacia el oeste, cruzando el Gran
Mar hacia las ancestrales tierras de un continente llamado Kalimdor.
Solamente allí los orcos podrán prevenir la destrucción que se
avecina. Aunque Thrall inicialmente desconfía de la misión, decide
llevarla a cabo.
Tres días después, cerca de la costa de Lordaeron, los trabajadores
de Thrall han construido un campamento temporal para recibir a los
guerreros de los clanes. Sin embargo, se muestra turbado ante la
reciente información que ha recibido. El clan Warsong y su
invencible líder Grom Hellscream han sido capturados y se encuentran
en una base humana de la Alianza cerca del puerto. Los humanos lo
incitan a rendirse, pero las fuerzas de Thrall atacan la base.
Destruyendo su resistencia, Thrall y Grom deciden robar los barcos
humanos para viajar hacia el oeste. La Horda, luego de años sin un
hogar, sale en busca de su destino.
Mientras las fuerzas de la Alianza discutían acerca de los próximos
pasos a tomar en contra de la naciente nueva Horda, la mayoría de
los ciudadanos de Lordaeron se entregaban a una vida libre de las
pestes de la guerra y la destrucción. Algunos soldados, famosos por
sus hazañas durante las Guerras Orcas, fueron premiados con tierras
o riqueza material. Uno de estos soldados fue Tirion Fordring, un
paladín de la Mano de Plata que, por sus grandes actos al servicio
de la Alianza, fue nombrado señor de la ciudadela de Mardenholde, en
las afueras de Stratholme. Tirion llevaba una vida apacible y
distendida a la par de su esposa, Karanda, y su hijo de cinco años,
Taelan.
Un día que Tirion exploraba las afueras de Mardenholde, se encontró
con un viejo orco que vivía como ermitaño. Los dos inmediatamente se
lanzaron a la batalla, y en la intensidad de la misma, llegaron
hasta una vieja torre abandonada. Mientras combatían, una parte de
la torre se desplomó sobre Tirion y lo dejó inconsciente. Días
después despertó para descubrirse durmiendo en su cama, y se enteró
de que había sido encontrado inconsciente vagando sobre su caballo,
Mirador, por su ambicioso segundo al mando, Bartilas. Tirion se
sentía tremendamente confundido, porque después de valorar todas las
posibilidades, el único que había podido subirlo de nuevo al
caballo, era el orco. Sin embargo, durante su sueño, Bartilas había
dado la advertencia de que los orcos se preparaban para golpear la
cercana villa de Hearthglen.
Una vez repuesto, Tirion regresó a la torre abandonada, donde halló
nuevamente al orco. Este dijo llamarse Eitrigg y le narró una
impresionante e incompresible historia, en la cual los orcos, muchos
años antes de invadir Azeroth, habían vivido en una sociedad noble
basada en los principios del chamanismo. Durante la guerra, Eitrigg
había desertado de la Horda al comprobar cuán viciosa y destructiva
se había vuelto.
Para Tirion aquello era algo que estaba más allá de su imaginación.
Sintiendo gran honor en el viejo orco, le prometió guardar en
secreto su existencia. De regreso a Stratholme, Tirion informó al
pueblo que no existía ninguna amenaza orca, pero Bartilas,
aprovechando la situación llamó al patrón de Stratholme, Salden
Dathroham, quien organizó una partida de cazadores y salieron en
busca de los orcos. Al único que hallaron fue a Eitrigg.
Cuando Tirion observa la captura de Eitrigg, inmediatamente cae en
una profunda depresión y a la vez enojo, por lo que atacó a los
guardias de la Alianza. Bartilas inmediatamente lo acusó de
traición. Tirion fue llamado a Stratholme para probar su lealtad.
A pesar de los ruegos de Karandra para que olvidara su honor y
dijera lo que la corte quería oir, Tirion le dijo que era su deber
de paladín decir la verdad y darle así un buen ejemplo a su hijo.
Tirion narró a la corte los hechos tal como sucedieron. La corte
decidió que, aunque sus intenciones eran justas, había atacado a
soldados de la Alianza, por lo que, para evitar su ejecución,
resolvieron expulsarlo de la Mano de Plata y condenarlo al exilio.
Fue enviado a Lordaeron, donde Uther Lightbringer en persona le
desnudó de sus poderes como paladín y le ordenó volver a Manderholde
para prepararse para el exilio. Lo pero de todo era que la corte de
Stratholme, a instancias del malvado Bartilas, había decidido que
Eitrigg sería condenado a muerte por crímenes de guerra.
Esa noche, Tirion decidió cumplir con la promesa hecha a Eitrigg,
por lo que, ensillando a Mirador, viajó a Stratholme decidido a
salvar al orco. Mientras Eitrigg subía la escalinata donde sería
colgado, sus verdugos se vieron repentinamente sorprendidos por el
ataque del expaladín. En ese momento, la ciudad se vio
repentinamente atacada por una enorme ola de orcos, que crearon tal
confusión, que los guardias de la Alianza se vieron obligados a
defenderla, lo que permitió a Tirion y a Eitrigg escapar.
Una vez a salvo en el bosque, Tirion se da cuenta que Eitrigg se
encuentra mal herido y agonizante. Sin poder hacer mayor cosa,
invoca el poder de la Luz para sanarlo, como una última esperanza.
Sorpresivamente y a pesar de que sus poderes le habían sido
arrebatados, la Luz, que conoce la bondad de los verdaderos
corazones nobles, responde a su llamado y Eitrigg es salvado.
Casi de inmediato, ambos se ven rodeados por orcos. Uno en especial,
montado sobre una hermosa loba blanca, portando una esplendorosa
armadura negra y plateada, se acerca a Eitrigg y le ofrece
reintegrarse a la Horda, que ha reiniciado un proceso de
redescubrimiento de sus tradiciones chamanísticas. Eitrigg no duda
en aceptar.
Entonces, Thrall, el nuevo Señor de la Guerra de la Horda, saluda a
Tirion y los guerreros parten. Tirion, que bien pudo acabar muerto a
manos de los orcos, regresa a Manderholde al lado de su familia. Su
hijo Taelan, a la edad de veinte años, ingresará a la orden de la
Mano de Plata como paladín. Tirion está feliz de saber que su hijo
ha aprendido que su hijo, y él también, han aprendido una valiosa
lección de sangre y honor.
La visión de Thrall
El sol cae lentamente sobre el ocaso. Sobre las tranquilas praderas
la brisa mece los últimos remanentes de la hierba. Una voz, por
centurias perdida, danza en el viento. “Las arenas del tiempo se han
ido, hijo de Durotan”. De pronto, a lo lejos, una columna de humo,
oscura, cual terrible incertidumbre de la desgracia, se eleva desde
el horizonte, y al son de cientos de pasos que corren presurosos
hacia la muerte, al son de los tambores de guerra que hace siglos
hicieron retumbar los cimientos mismos de la tierra, corren las
almas presurosas hacia su destino de sangre y fuego. Allí, bravía,
inmensa, desafiante, como la soñaran los antiguos Señores de la
Guerra, la fatal Horda marcha. “Los gritos de guerra de nuevo hacen
eco en el viento. Los fantasmas del pasado recorren la tierra, y
gimen una vez más por el conflicto”. Al horizonte la esperanza y la
muerte se dan la mano y se transmutan en el grito de la amargura.
Una espada maldita se levanta y blande el destino de los pueblos. Al
son de trompetas, espadas, escudos, lanzas, estandartes, la Alianza
se lanza desesperada a la lucha. “Héroes se levantarán para asumir
el reto, y guiarán a los suyos a la batalla”. El cielo se ha
enrojecido, y Thrall, de pie entre sus hermanos, mira como del cielo
descienden en medio de llamas enormes meteoros que evocan un destino
largamente olvidado. “Y mientras los ejércitos mortales se destruyen
unos a otros, la Sombra Ardiente ha llegado para consumirnos a
todos…” Bajo el cielo lluvioso, una figura se materializa, y
señalando al jefe orco le ordena. “¡Tú deberás conducir a la Horda
para cumplir con su destino!”. Repentinamente, todo es oscuridad. Y
en la profundidad del inconsciente, la voz reclama: “Sígueme
afuera”. Thrall ha despertado. Un sudor frío corre por su frente.
Afuera de su cabaña, solo se escucha el chapoteo de la lluvia en la
oscura noche…
Thrall despierta de su perturbadora visión para encontrar un cuervo
afuera de su madriguera. Para su sorpresa, el cuervo se ha
transformado en un hombre. Aún excitado, Thrall interroga al humano
sobre sus propósitos. Éste le responde que fue humano hace mucho
tiempo, pero que ahora es algo más. Ha proclamado ser un Profeta,
quien ha de mostrarle el destino de la Horda. Dispuesto a seguirlo,
el Profeta ha anunciado al líder orco el regreso de los demonios, y
que Thrall debe conducir a la Horda hacia el oeste, cruzando el Gran
Mar hacia las ancestrales tierras de un continente llamado Kalimdor.
Solamente allí los orcos podrán prevenir la destrucción que se
avecina. Aunque Thrall inicialmente desconfía de la misión, decide
llevarla a cabo.
Tres días después, cerca de la costa de Lordaeron, los trabajadores
de Thrall han construido un campamento temporal para recibir a los
guerreros de los clanes. Sin embargo, se muestra turbado ante la
reciente información que ha recibido. El clan Warsong y su
invencible líder Grom Hellscream han sido capturados y se encuentran
en una base humana de la Alianza cerca del puerto. Los humanos lo
incitan a rendirse, pero las fuerzas de Thrall atacan la base.
Destruyendo su resistencia, Thrall y Grom deciden robar los barcos
humanos para viajar hacia el oeste. La Horda, luego de años sin un
hogar, sale en busca de su destino.
MERCER- Oficial de la Guild
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