La Era del Fenix
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CAPITULO 3 - LA PERDICION DE DREANOR

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Mensaje por MERCER Dom Ago 24, 2008 9:23 am


Kil´jaeden y el Pacto de las Sombras

Criptoglifos draenei.


Desde la eternidad de las sombras, en el Torbellino del Vacío,
Kil´jaeden el Embaucador observa con perversa sonrisa un pequeño
mundo que, inocente, flota en el espacio. El astuto demonio está
planeando su silenciosa invasión. Una invasión de las conciencias.
Kil'jaeden sabe que necesita despertar una nueva fuerza que destruya
todo a su paso antes de que la Legión ponga el primer pie sobre el
mundo. Igual que cientos de mundos antes, Draenor sería el siguiente
objetivo de la Legión. Si las razas mortales se veían obligadas a
combatir en una nueva guerra, deberían estar lo suficientemente
débiles como para resistir cuando la verdadera invasión iniciara.


Kil´jaeden había descubierto el pacífico mundo de Draenor, en la
gran inmensidad de la oscuridad más allá. A diferencia de los
violentos métodos de Archimonde y Mannoroth, Kil’jaeden era más
sagaz y astuto, y prefería lograr la conquista de los mundos
mediante el engaño. Su método era sencillo: descubrir las ambiciones
y bajos instintos de sus víctimas, e inflamarlos para su beneficio.

Draenor estaba habitado por varias razas tan distintas como
impresionantes. Los draenei, una raza pacífica, habían desarrollado
una civilización culturalmente más adelantada que el resto, con el
descubrimiento de la agricultura y los rituales mortuorios. La otra
raza, los orcos, creían firmemente en los principios elementales de
la naturaleza, y su cultura se basaba en las enseñanzas del
chamanismo, la cual prodigaba la comunión estrecha con los espíritus
de la naturaleza. Los orcos estaban organizados en clanes, dirigidos
por un jefe, que no es otro que el más fuerte de todos los
guerreros, y un chamán, quien desde su juventud ha sido entrenado y
educado por un maestro. Sus costumbres básicamente se basaban en la
cacería y tenían un amplio sentido del honor.

De las dos razas, Kil'jaeden escogió a los fuertes guerreros orcos
porque sus espíritus simplemente eran más susceptibles al mal y la
corrupción, y porque su biotipo favorecía la brutalidad de la
guerra. Dicen las historias, no podemos a ciencia cierta saberlo,
que el demonio habló al alma de un viejo chamán orco, llamado
Ner’zhul, y le prometió la eternidad y amplios poderes más allá de
su imaginación. Ambos hicieron un pacto de sangre. Bajo la dirección
del astuto chamán, el demonio inflamaría la guerra en el corazón de
los clanes orcos. Con el tiempo, la espiritual raza fue transformada
en un pueblo sediento de sangre. Se construyeron arenas para
gladiadores, y los orcos comenzaron a cazar a los draenei como si
fueran animales. Solamente unos pocos draenei, bajo el mando de uno
de sus chamanes, Akama, habían logrado sobrevivir dentro de algunas
cuevas.

Entonces, Kil'jaeden urgió a Ner'zhul y a su pueblo de tomar el
ultimo paso: entregarse enteramente a la muerte y la guerra. Pero el
viejo chamán, sintiendo que su gente sería esclavizada para siempre,
resistió las órdenes del demonio.

Frustrado por la resistencia de Ner'zhul, Kil'jaeden decidió buscar
otro orco que llevara a su pueblo a las manos de la Legión. El
persistente demonio finalmente encontró el discípulo ideal en el
ambicioso aprendiz de Ner´zhul, Gul’dan. Kil'jaeden prometió a
Gul'dan poder ilimitado si le era obediente. El joven orco, sediento
de poder, se convirtió en un bravo estudiante de la magia diabólica,
y se transformó en el más poderoso brujo conocido en la historia.
Guiando a otros jóvenes orcos a olvidar las tradiciones
chamanísticas y abrazar las artes mágicas, Gul´dan les mostró una
nuevo tipo de magia a sus hermanos, un terrible poder que los
llevaría a la perdición: la brujería y la nigromancia.

Kil'jaeden, viendo que su trampa sobre los orcos había funcionado,
ayudó a Gul'dan a fundar el Concejo de las Sombras, una secta
secreta que manipulaba a los clanes y extendería el uso de la
brujería en todo Draenor. Mientras más orcos practicaban las artes
mágicas de los brujos, los gentiles campos de Draenor se volvieron
negros e infestados. Con el tiempo, las vastas praderas de que
fueron hogar de los orcos por generaciones, se convirtieron en barro
y aceite. Las energías demoníacas lentamente habían matado al
pequeño mundo.



Apogeo de la Horda.



Las historias de batallas y victorias siempre son recordadas, y en
el pasado, se han levantado líderes que con cada asalto documentan
el pasado. A pesar de ser líderes en guerra, estos jefes han
demostrado poca acción con las palabras escritas. “Thok contar
interesante historia. Ellos hicieron caer mi, pero mi bien. Mi
encontrar muchas cosas buenas para comer. Nosotros encontrar villa.
Nosotros matarlos y comer su comida. Thok detenerse ahora. Cabeza
duele de escribir”. El hecho es que yo soy mitad orca, con linaje
humano, lo que combinado con las habilidades y las enseñanzas que he
adquirido durante mis viajes, me ha permitido adquirir este elevado
puesto. Como jefe de intérpretes del Concejo de las Sombras, el
deber de preservar los acontecimientos de nuestra conquista de este
mundo y la eventual cruzada en la nueva tierra, ha caído sobre mis
hombros. Yo, Garona, les escribo esta historia…

Nuestras reglas de vida son sencillas: solamente el más fuerte
sobrevive. Una decisiva victoria en batalla eleva al comandante y a
sus guerreros a un lugar de honor y control. Pero mientras más alta
la distinción, más dura la caída. Nuestro destino concerniente a la
dominación sobre estas tierras ha sido ampliamente predicho por los
místicos de los clanes por cientos de años. Muchas eras han pasado
bajo el asalto de nuestras fuerzas, causando dolor y oscuridad a
nuestro paso. Escondiéndonos en bosques o entre las rocas que miran
al mar, nuestros ejércitos han destruido la patética resistencia que
nuestros enemigos pueden ofrecer. Sus tropas mueren con cada asalto
y cubren los campos, porque nosotros no tomamos prisioneros. Usando
los poderes de nuestros brujos y nigromantes, ni siquiera el más
poderoso de nuestros rivales puede permanecer de pie ante nuestro
asalto. Uno por uno nuestros enemigos caen, y nosotros somos más
fuertes con cada victoria. Con el tiempo, subyugando a todo el que
se oponga a nuestro poder, y esclavizando a las razas más débiles
para usarlas a nuestro placer, conquistamos a la naturaleza y las
criaturas, para alcanzar el pináculo de nuestro apogeo.

Sin embargo, los orcos se volvían cada vez más agresivos bajo
nuestro secreto control. Se construyeron masivas arenas donde
saciaban sus deseos guerreros en ensayos de combate a muerte.
Durante este periodo, unos pocos jefes de clanes hablaron en contra
de la creciente depravación de su raza. Uno de estos jefes, Durotan
del Clan de los Lobos de Hielo, advirtió que los orcos se
destruirían a si mismos en una orgía de odio y furia. Sus palabras
cayeron en oídos sordos, y jefes más fuertes como Grom Hellscream
del Clan Warsong se elevaron como campeones de una nueva era de
guerra y dominio. Pero las décadas de constantes luchas entre los
clanes han servido para dividir nuestra raza contra nosotros mismos.
Algunas facciones luchan por el dominio de los clanes. Sus insulsos
argumentos se han vuelto un conflicto armado, y han tornado a los
clanes en una guerra interna por la necesidad de destrucción que
consume nuestra sangre. Si no existían tierras que tomar a los
enemigos, entonces tomábamos las de nuestros hermanos.

El único clan que ignoró estos juegos de poder fueron los brujos.
Recluidos en sus torres, ellos decían que un peligro estaba
presente. Aunque a los nigromantes complacían estas batallas
fraticidas que poblaban la tierra y el inframundo con ríos de
sangre, los brujos temían que ningún orco lograra sobrevivir. Ellos
se ocupaban de mantener el delicado balance que mantenía el control
de sus poderes y se dedicaban a trabajar en su magia. Para mantener
este equilibrio, las hordas orcas necesitarían de nuevas batallas
contra un enemigo común. Fue durante este breve periodo en que
tuvimos noticia de la existencia de una pequeña hendidura
interdimensional. Muchos años han pasado los brujos estudiando estos
misterios. Son incontables los numerosos ensayos y pruebas para
llegar a la conclusión de que este fenómeno puede funcionar como un
portal si logra ser dominado. Los brujos orcos empezaron a
experimentar en él, haciéndolo cada vez más estable. Eventualmente,
fueron hábiles de crear un pequeño portal, suficientemente grande
como para enviar a uno de sus clanes del otro lado.

Las historias con que estos sujetos regresaron nos tenían casi
convencidos de que la experiencia que habían dejado atrás los había
enloquecido, pero las extrañas y desconocidas plantas que trajeron
era evidencia segura de sus palabras. Esto motivó a la secta a
convocar a los líderes más poderes de los divididos clanes y
proponerles un cese de la guerra por un año. Al final de este
tiempo, la secta les prometió el chance de reunirse para atacar un
nuevo mundo.

Al cabo de tres meses, se envió un pequeño destacamento de tropas
sobre el nuevo mundo. Un círculo azul de energía, de la altura de
dos orcos y medio, dibujado delicadamente sobre una colina, fue del
agrado de los jefes de los clanes. Siete guerreros entraron en el
portal y volvieron con reportes detallados de las tierras y las
criaturas que encontraron del otro lado. Conforme los brujos
empezaron sus encantamientos para agrandar el portal, un sonido
empezó – lentamente al principio - a escucharse como el aullido de
un lobo negro durante una noche de una luna sangrienta. Cuando el
sonido era casi insoportable, los guerreros se colocaron sobre el
círculo, ahora vivo con miles de colores brillando en una danza
cósmica…

El saqueo de la villa fue muy simple, es más difícil narrarlo. Un
grupo de extraños e indefensos edificios fue el primer signo de que
una verdadera oposición no sería encontrada. El cielo es luminoso y
el sol de este mundo se eleva sobre las colinas. Es un disco
amarillo luminoso dos veces más brillante que el nuestro, y hace los
días extremadamente calientes. Ser una pequeña rata debe ser mucho
más que pertenecer a la raza que domina este mundo. Pequeños,
rosados y con músculos flácidos son estas criaturas. Los guerreros
discuten entre ellos que, si estos son los defensores de este mundo,
la victoria era solamente cosa de momentos. Saliendo de sus
escondites, atacaron la villa y asesinaron todo lo que encontraron a
su paso. Los machos ofrecieron alguna resistencia, pero las mujeres
y los niños fueron fáciles de matar. Sus casas tenían pocas cosas de
valor, pero estaban repletas de grano fresco, y además mostraron ser
excelentes para dar de comer a las antorchas. Este nuevo mundo,
vasto y extenso, con débiles protectores, probó ser una joya para
adherir a la corona de los orcos.

Con el tiempo, hemos aprendido mucho de este nuevo dominio, y de
quienes los habitan. Aunque son difíciles de entender en muchas
formas, ellos han probado tener algunas similitudes con nosotros. Un
golpe fuerte en la cabeza resulta en muerte. Sin comida se
extinguen. El dolor les afecta en la misma forma que a nuestros
enemigos, y ha demostrado ser efectivo para obtener información. El
nombre de este lugar es Azeroth, y sus habitantes son llamados
“humanos”. Con el tiempo, más y más guerreros han cruzado el portal
hacia Azeroth. Algunos han llamado a tomar el castillo cercano a la
villa que destruimos, pero la presencia de unos seres de piel
plateada y metálica llamados “caballeros” ha demostrado tener mayor
resistencia a nuestros asaltos. Muchos han llamado a cerrar el
portal, mientras que otras facciones pugnaban por hacer un ataque
contra los humanos con todas nuestras fuerzas.

Los clanes orcos estaban listos, pero se necesitaba una última
prueba de lealtad ante nuestros oscuros amos. En secreto, el Concejo
de las Sombras invocó a Mannoroth el Destructor, un poderoso demonio
que encarna la destrucción y la ira. Nuestro gran líder brujo,
Gul´dan, llamó a los jefes de los clanes y los convenció de beber la
ira de la sangre de Mannoroth, con lo que se volverían invencibles.
Liderados por Grom Hellscream, todos los jefes, excepto Durotan,
bebieron y se convirtieron en esclavos de la Legión Ardiente. Con el
poder de la ira de Mannoroth, los jefes extendieron su subyugación a
sus hermanos. Han pasado 15 años desde que esta costosa decisión
alteró el curso de nuestro destino.

Consumidos por la maldición de su nueva sed de sangre, los orcos
descargaron su furia contra todos los que se interpusieron en su
camino. Sintiendo que su tiempo estaba cerca, Gul´dan unió a los
clanes guerreros en una simple e imparable HORDA. Sin embargo, era
conocido que varios jefes lucharían por la supremacía. Dentro de
este caos, surgió un orco que con astucia se ha atraído algunos
seguidores. Con carismáticas manipulaciones y el uso de palabras
adecuadas ha hecho su voz más fuerte conforme el tiempo pasa.
Después de deshacerse de sus oponentes, pocos pueden ofrecer
oposición a sus planes, y la ley del Señor de la Guerra Blackhand el
Destructor, líder del clan Blackrock, cayó sobre nuestra gente. Su
crueldad y dominio en la batalla es solo superado por sus ansias de
poder. Ha estudiado que los principios por los que se rigen las
estrategias de los ejércitos humanos pueden ser derrotados. La
culminación de sus planes envuelve la unificación de todos los
clanes y ejércitos orcos, brujos y nigromantes en la eventual
destrucción de la raza humana.

La Horda está lista. Los orcos serán el gran arma de la Legión
Ardiente. La Edad del Caos había llegado finalmente.





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Mensaje por MERCER Dom Ago 24, 2008 9:24 am

El Consejo de las
Sombras




Como una fuerza elemental del caos y de la destrucción atravesamos
como rayos las tierras de los Draenei devastando todo lo que nos
encontrábamos al paso. No perdonamos una sola vida. Ningún edificio
quedó en pie. Las únicas muestras de su existencia eran los campos
empapados en sangre en que habían trabajado durante casi cinco mil
años y el olor rancio y acre de las enormes hogueras victoriosas que
acabaron con esos cuerpos jóvenes. Los Draenei eran tan débiles, que
apenas merecían el esfuerzo de nuestra batida. Pero, en el fondo,
incluso victorias tan simples como ésta sirven para poner en su
sitio a los inferiores…

Siempre ha sido así entre los de mi clase. Los poderosos pueden
manipular fácilmente los instintos salvajes y brutales de las masas.
El poder es la verdadera fuerza que dirige la gran máquina
destructiva de la Horda. Aquellos que se creen en posesión de esta
fuerza rodean a sus clanes con estandartes de violencia. Aunque sin
un enemigo común, incluso los líderes de los clanes orcos se vuelven
ciegamente unos contra otros. El hambre de destrucción prevalece
entre los locos que dirigen la Horda; el poder y sólo el poder es lo
único que se respeta sobre todas las cosas.

Yo soy Gul’dan, el más grande de todos los brujos e iniciado en el
séptimo círculo del Concejo Interior de las Sombras. Nadie conoce
como yo la oscura fascinación del poder definitivo.

En lo que se supone mi juventud, estudié las magias orcas con el
chamán tribal de mi clan. Mi talento natural para encauzar las
energías negativas y frías de la infla-dimensión oscura me situó de
forma notable por delante del otros aprendices y sé que incluso
Ner’zhul, el más grande de mis maestros, sintió celos de mí cuando
mis habilidades crecieron.

Mis aspiraciones fueron creciendo por encima de las de mis
semejantes y maestros, ya que sabía que su visión estaba limitada
por su devoción al avance de la Horda. A mi no me importaba en
absoluto ni la Horda ni sus insignificantes dirigentes. No me
importaba lo más mínimo este mundo que dominábamos por completo. Tan
sólo tenía en mente la oportunidad de comprender los misterios
laberínticos de la Gran oscuridad. Había comenzado a explorar en
secreto las energías mucho más allá de lo que cualquiera de mis
“tutores” podría comprender jamás. Fue entonces cuando descubrí la
existencia de un inmenso poder: el demonio Kil’jaeden Me admiraba
su furia sin corazón. Presenciar esta energía tan asombrosa era como
ser engullido por un todo. En las fugaces y febriles pesadillas que
me provocó, toqué la esencia de lo que había en el Más Allá. Se
formó dentro de mí un ansia insondable, el deseo de manejar la furia
de las etéreas tormentas y salir ileso del corazón yaciente de los
soles.

Bajo la tutela de Kil’jaeden, me di cuenta de lo limitado que había
sido mi entendimiento. Se me revelaron historias inimaginables de
antiguas razas de demonios y dimensiones mágicas esenciales.
Comprendí que existían mundos infinitos, dispersos en la oscuridad
más allá del cielo, mundos hacia los que dirigiría la Horda como
sólo alguien de mi talento podía hacerlo. Aunque permanecí con mi
gente en el mundo oscuro y rojo de los Draenei, pronto aprendí a
proyectarme hacia las profundidades de la infla-dimensión oscura,
volviéndome casi loco por el caos susurrante que contiene. Aunque
podía significar mi muerte, me sentía irresistiblemente atraído a
continuar con mi estado hasta que finalmente desligado de mi
existencia corpórea, comprendí los susurros. Fue entonces cuando
hablé por primera vez con los muertos…

La devoción a los ancestros ha sido durante mucho tiempo el corazón
de la religión orca. Casi toda la Horda creía que nuestros ancestros
muertos nos observaban y guiaban desde las profundidades de algún
reino perdido del caos. Yo pensaba que esta noción era sólo un
producto del ritual y no de la realidad. En el interior de la
infla-dimensión oscura descubrí que los espíritus de los muertos
permanecían flotando en vientos astrales entre dos mundos. Entendí
que vigilaban en silencio y por siempre a los clanes con la
esperanza de encontrar algún medio de escape de ese tormento sin
vida. Supe entonces que esos espíritus de la muerte podrían ser una
herramienta muy útil para aquél que los sometiese a su voluntad.

Los años pasaron. Mi aprendizaje bajo Kil’jaeden me permitió
convertirme en un de los brujos más poderosos de los últimos tiempos
y era respetado como líder en la Horda, pero como siempre, empezaron
a surgir tensiones entre los clanes. La destrucción de los Draenei
no dejó nada con que alimentar a la gran bestia de la guerra.
Después de siglos de violencia y guerras, habíamos conquistado
finalmente todo nuestro mundo. Sin ningún enemigo más que aplastar y
sin tierras que conquistar, los clanes cayeron en un estado de total
anarquía. Disputas sin importancia entre los clanes terminaron en
batallas en campo abierto y a derramamientos de sangre masivos.
Aquellos líderes que intentaban asumir la posición de señores eran
asesinados por las legiones hambrientas de la despiadada Horda. Supe
que era el momento de reclamar el manto de poder que durante tanto
tiempo se me había negado.

Pronto reuní a los pocos brujos que habían mostrado una chispa de
pasión y habían intentado acabar con las insignificantes peleas
entre clanes. Les enseñé el significado de la muerte, guiándolos en
rituales secretos y enseñándolos a comunicarse con los espíritus de
la infla-dimensión oscura. Aquellos que fueron incapaces de
canalizar la energía fueron destruidos. Tiempo después se forjó un
pacto entre los miembros de nuestro círculo y aquellos espíritus
oscuros cuya energía habíamos aprendido a invocar. Utilizaría mi
posición entre los brujos para moldear los pensamientos de otros
mientras que, cubiertos por un velo de secreto, ellos serían inmunes
a los caprichos de las masas sedientas de sangre. Y fue así como se
creo el Consejo de la sombra.

Pocos meses después, el Consejo de la sombra tenía en sus manos
todos los asuntos políticos de importancia dentro de la Horda. No
ocurría nada en la Horda de lo que no estuviésemos al tanto y muchos
acontecimientos tuvieron lugar por designio nuestro, realizados con
tal astucia que ni los líderes de los clanes se daban cuenta de
nuestras manipulaciones. Antes de medio año, habíamos asumido casi
todo el control de los asuntos internos de la Horda. Pero más allá
de nuestras secretas maquinaciones surgía amenazante la silenciosa y
ominosa sombra del demonio Kil’jaeden.

Con la intención de ampliar nuestros recursos mágicos abrí una
escuela de disciplinas mágicas que se conoció como Nigromancia.
Comenzamos a entrenar a jóvenes brujos en los misterios arcanos de
la vida y la muerte. De nuevo y con el tiempo, bajo la mirada del
demonio Kil’jaeden, estos nuevos necrólitas adquirieron, tras
indagar en las artes oscuras, el poder para animar y controlar los
cuerpos de muertos recientes. Cada victoria, cada éxito, me conducía
a un vacío que no podía llenar. Empecé a darme cuenta que el Consejo
de la sombra sólo servía para mis propósitos hasta cierto punto y
que si quería convertirme en el verdadero heraldo de nuestro destino
necesitaría un poder aún mayor.











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Mensaje por MERCER Dom Ago 24, 2008 9:26 am


Los maestros de las fuerzas: Medivh y Blackhand




Las cosas iban bien dentro de la Horda. Aunque el Consejo de la
sombra pacificaba los clanes guerreros con la promesa de escapar del
mundo de los muertos, sabía que este nuevo orden, como había
ocurrido con la guerra contra los Draenei, sólo supondría un breve
respiro si no encontrábamos nuevas tierras que conquistar. Mis
pensamientos al respecto fueron interrumpidos una noche a altas
horas cuando fui sorprendido por unos gritos que venían de la Torre
de los brujos. Cuando llegué encontré a muchos aprendices sumidos en
un profundo trance, sus rostros estaban desfigurados por máscaras de
dolor. Los brujos, a quienes interrogué, sólo pudieron decirme que
habían sentido una presencia inexplicable en sus sueños. Regresé a
mi fortaleza intrigado profundamente; fuera lo que fuese, lo que
había contactado con los brujos no había intentado alcanzarme.

Busqué el consejo de Kil’jaeden sobre esta presencia. También él
había sido alcanzado por esta energía, una energía que estaba más
allá de cualquier experiencia que hubiese experimentado antes. Ya
fuese porque la imagen de la fuerza era tan asombrosa que incluso
podía asustar a este peligroso demonio o sólo por mi propia
aprensión, me adentré sin ningún objetivo en la infla-dimensión
oscura durante lo que me pareció una eternidad.

Fue durante este vuelo febril cuando la presencia entró finalmente
en contacto conmigo. Irradiaba una energía impensable, pero carecía
del frío control que ostentaba Kil’jaeden. Mis sentidos parecían
haber dominado el temor que me había rodeado y empecé a razonar y a
hacer cálculos. Sabía que si podía adivinar los deseos de esta
fuerza, a pesar de su poder, podría utilizarla para mis propios
fines. La presencia se presentó como Medivh, un hechicero de un
mundo lejano y distante. No nos comunicamos mediante palabras sino
mentalmente. Su mente parecía no estar atada a nada, pero sus
pensamientos se movían tan rápidamente que era muy difícil aprender
nada de él. Sabía que mientras tanto me estaba probando y cada vez
conocía mejor a los orcos y nuestra magia. Nunca podría aprender de
él lo que él de mí, así que rompí pronto el contacto.

Busqué el consejo de Kil’jaeden, pero rehusó a contestar a mis
preguntas. De alguna forma comprendí que había abandonado a sus
discípulos porque estaba asustado del tal Medivh. Empecé a dudar de
nuevo de mis habilidades. ¿Podía yo contener a un ser que podía
intimidar a mi propio maestro? Seguí aventurándome en el interior
de la infla-dimensión oscura durante varias semanas para olvidarme
de todos los acontecimientos que me habían hecho dudar de mí.
Entonces, una noche, Medivh se me apareció en sueños…

“Me temes porque no puedes comprenderme. Conoce mi mundo y
entenderás tu miedo. Entonces no me temerás más”

No tenía poder para resistir lo que vino después:

…enormes páramos…
…pantanos oscuros, hirvientes de vida…
…campos interminables de hierba esmeralda…
…bosques de árboles gigantescos…
…tierras agrícolas con ricas cosechas…
…pueblos de gente orgullosa y fuerte…

Las imágenes pasaban una tras otra, demasiado rápidas para poder
comprenderlas. Y entonces… algo. Una imagen rápida despertó un ansia
dentro de mi alma…

…enterrado en las profundidades del océano, en la oscuridad y hecho
pedazos, pero respirando aún…
…todavía con sangre de la misma tierra corriendo por sus venas…
…una antigua energía…
…milenaria y terrible…

Me desperté. Y mi conciencia supo que todo el sueño había sido real.
Medivh me había mostrado las maravillas de su mundo, sabiendo que la
Horda no se quedaría tranquila hasta que ese mundo fuese nuestro…

Me reuní con los miembros del Consejo de la sombra para hablar de
las visiones que había tenido. Aunque se debatió mucho sobre las
verdaderas intenciones de Medivh, informé al Consejo que pronto
dispondríamos de una forma de escapar de nuestro mundo. Buscaría la
ayuda de Medivh para encontrar una forma de llegar a su mundo y
entonces subyugaríamos su raza tal y como habíamos hecho con todas
las demás que se habían interpuesto en nuestro camino. Aunque se
había aparecido a muchos brujos con esas imágenes de un mundo nuevo
y fértil acordamos mantener este enigmático mensaje en secreto.
Aquellos brujos que no estaban en el Consejo y que habían tenido las
visiones fueron asesinados, ya que si el secreto se hacía público
antes de que estuviesen listos los preparativos, la Horda se
dividiría. Pasaron semanas sin saber de Medivh. Mis intentos de
contactar con él no dieron resultado. Era como si hubiese eliminado
todo rastro de sí mismo en la infla-dimensión oscura. Algunos
miembros del Consejo abandonaron toda esperanza en el regreso del
hechicero.

…Entonces apareció la grieta…

Pasó mucho tiempo antes de que la grieta fuese lo suficientemente
grande como para enviar un gran número de orcos. Los primeros
exploradores regresaron casi locos por completo por lo que habían
visto. Estos primeros fracasos no nos detuvieron, y tras posteriores
expediciones quedó confirmado que el mundo que se abría tras la
grieta era similar al retratado en nuestras visiones. Combinando los
poderes de los brujos de los clanes con los del Consejo de la sombra
conseguimos ampliar la misteriosa grieta hasta crear un portal.
Enviamos a numerosos orcos a esa tierra desconocida a través del
portal y se construyó rápidamente un puesto fronterizo al otro lado.
Se encomendó a los exploradores orcos que inspeccionaran los
alrededores.

Los agentes del Consejo de la sombra informaron que los habitantes
de ese mundo se llamaban humanos y que sus tierras se conocían por
Azeroth. Descubrimos que esos humanos eran una raza débil que
cultivaban las tierras y vivían pacíficamente. Temí que no fueran un
desafío mayor que los Draenei, y que no aplacaran el hambre de la
máquina de guerra orca por mucho tiempo. Los líderes de los clanes,
fueron dominados rápidamente por su ansia de sangre y guerra y
estuvieron de acuerdo en que había llegado la hora de dejar este
mundo agonizante y reclamar los dominios de Azeroth.

Mientras el Consejo de la sombra vigilaba de cerca los trabajos de
la Horda, las masas veían a los líderes de sus clanes como grandes
comandantes. Entre ellos sobresalían dos, respetados y temidos todos
los clanes, Cho’gall, ogro del clan Twilight Hammer y miembro del
Concejo de las Sombras, y Kilrogg Ojo Tuerto, del clan del Bleeding
Hollow. Se esperaba que estos poderosos líderes dirigieran a la
Horda a una rápida y salvaje victoria sobre los humanos. Así,
mientras la Horda se trasladaba a Azeroth a través de la grieta,
Cho’gall y Kilrogg comenzaron a planear su estrategia contra la
fortaleza humana de Stormwind.

El ataque a Stormwind fue catastrófico. Nuestro ejército, que no
esperaba encontrarse mucha resistencia, atacó precipitadamente la
fortaleza enemiga. Sorprendentemente, los soldados humanos
mantuvieron a raya a nuestras fuerzas. Entonces sus indisciplinados
guerreros montaron vigorosas bestias arrasando a nuestras tropas y
forzándolas a retroceder hasta las ciénagas que había junto al
puesto fronterizo, donde estaba el portal; sólo invocando un manto
de niebla de la sombra fueron capaces de escapar. Esta decisiva y
humillante derrota sembró el caos en la Horda. Cho’gall y Kilrogg se
culpaban el uno al otro y los orcos se dividieron rápidamente en dos
bandos, cada uno apoyando a un líder. El Consejo de la sombra buscó
desesperadamente un remedio a la violencia que iba a desatarse, pero
la inestable naturaleza de los orcos hizo difícil apelar a la razón
o a la sabiduría. Me di cuenta de que la Horda necesitaba un líder
fuerte que pudiera unificar los clanes bajo su control y mantenerlos
a raya. Fue entonces cuando oí hablar por primera vez de Blackhand
el Destructor…

Blackhand, líder del joven clan de los Blackrock y guerrero del
ejército de Sythegore, era respetado por la mayoría de los orcos de
la Horda y más importante aún, era extremadamente codicioso, por lo
que se le podía sobornar fácilmente. Con la ayuda del Consejo de la
sombra puse al ávido Blackhand en el trono como Señor de la Guerra,
y hay que reconocer que fue un dictador despiadado que supo ganarse
el respeto y el temor de sus guerreros. Mientras la Horda se
recobraba bajo su mando y los demás líderes consentían ser
controlados por él, era yo el que dirigía todo sobornando y
chantajeando a Blackhand.

Con la ascensión de Blackhand a Señor de la Guerra, el orden se
restauró en la Horda y el semblante de Medivh me visitó de nuevo.
Parecía controlar mejor sus poderes, pero no su mente. Medivh me
ofreció toda clase de tesoros y baratijas para que la Horda
destruyera el reino de Azeroth y le convirtiese en jefe de los
habitantes que sobreviviesen. Le aseguré que su mundo sería nuestro
en cuanto quisiésemos y que no tenía nada que pudiese inducir a la
Horda a seguir sus indicaciones. Con una mueca de desprecio en su
rostro me mostró la imagen de una antigua tumba en la que estaba
grabado el nombre del Señor de los infiernos, Sargeras. ¡La tumba de
Sargeras! ¡El Señor de los infiernos que había instruido a mi propio
mentor, Kil’jaeden, estaba encerrado es ese minúsculo y patético
mundo! El destino me había elegido a mí y había puesto una mano
sobre mi hombro. Kil’jaeden me había dicho que esa tumba perdida
contenía el poder absoluto, el suficiente para que el que pudiese
controlarlo se convirtiese en un semidiós. Medivh me prometió que me
daría la localización de la tumba si la Horda destruía a sus
enemigos… Y empezó la guerra contra el reino de Azer

















oth.


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CAPITULO 3 - LA PERDICION DE DREANOR Empty Re: CAPITULO 3 - LA PERDICION DE DREANOR

Mensaje por MERCER Dom Ago 24, 2008 9:27 am

La primera guerra de la ascensión de los orcos





Nos quedamos con las tierras de Azeroth y arrasamos a todos los
humanos con los que nos encontramos. Mi asesina privada, la medio
orca Garona, ejecutó al rey Llane, líder de Azeroth, y me trajo su
corazón. Aunque la horda dominaba Azeroth y a los patéticos gusanos
que lo defendían, mis planes se encontraron con grandes
impedimentos.

Un pequeño grupo de guerreros humanos había irrumpido en la torre de
Medivh y entablado combate abierto con el loco hechicero. Mientras
su cuerpo estaba siendo atravesado y despedazado por las espadas de
Azeroth, Medivh empezó a transmitir ondas traumáticas por el plano
astral que hicieron añicos con facilidad mis formidables defensas.
Intenté llegar a la mente del hechicero y robarle la localización de
la tumba, pero no pude hacerme con ella. Medivh fue asesinado por
los habitantes de Azeroth en ese momento y, al estar dentro de su
mente en el instante de su muerte temporal, sufrí una sacudida
psíquica y entré en estado catatónico.

Dormí durante semanas como si estuviese muerto, celosamente
protegido por mis brujos fieles. Cuando finalmente me levanté, me
informaron de los cambios que habían tenido lugar en las altas
esferas de la Horda. Blackhand había sido asesinado. Sin mis magias
y mi consejo para ayudarle, Blackhand cayó preso de un ataque
sorpresa organizado por uno de sus generales más poderosos y de su
mayor confianza, Orgrim Doomhammer. Orgrim consolidó rápidamente su
poder dentro de la Horda, justificando el asesinato de Blackhand con
falsos testimonios que le ayudaron a afirmar la incompetencia del
Destructor como Señor de la Guerra.

Parecía que los designios del destino me habían asestado un duro
golpe. Orgrim se propuso destapar las maquinaciones internas de la
Horda, sin dejar piedra sin remover. Con el tiempo, sus espías
capturaron a mi sirviente Garona y tras una intensa tortura, reveló
agónica la existencia y localización del Consejo de la sombra.
Resultó ser más débil de lo que esperaba.

Al sospechar que el Consejo de la sombra era una amenaza para el
control de la Horda, Doomhammer dirigió a sus jinetes de lobos en un
ataque sorpresa contra mi fortín cerca de las ruinas de la fortaleza
de Stormwind. El asalto de Orgrim nos cogió desprevenidos, por lo
que mantuvimos alejada a la Horda sólo hasta que duró la magia. Como
no teníamos tiempo de reponer o completar las energías, caímos ante
la furia de Orgrim, que se alzó victorioso. Los supervivientes
fueron tachados de traidores a la Horda y las ejecuciones públicas
debilitaron mucho mi posición, fortaleciendo la suya…

Me llevaron ante Orgrim y me interrogaron largamente sobre mi
participación en el Consejo de la sombra. Como estaba muy debilitado
por la sacudida de la muerte de Medivh y por las energías que había
gastado durante la batalla, me di cuenta de que no podía ni amenazar
ni dañar al Señor de la Guerra. Orgrim me dejó claro que la Horda
estaba bajo su control y que él no era tan fácil de dominar como su
antecesor. El brillo en sus ojos y el acero de su cinto me revelaron
sus intenciones, pero no podía derrotarme tan fácilmente. Mientras
levantaba su mano le recordé que con la muerte de los brujos yo era
el último hechicero verdadero dentro de la Horda. Orgrim, imprudente
tras la victoria, pensó que tal vez podía serle útil y accedió a
dejarme con vida, debido a su magnánima gracia. Me prometí en
silencio que un día se llevaría esas palabras a la tumba.

Aunque sus sospechas hacia mí nunca desaparecieron del todo, logré
convencerle de que los guerreros estaban intentando unirse a los
hijos de Blackhand con la idea de revelarse contra él. Aunque esto
era falso, Orgrim ya sospechaba de Rend y Maim, así que desmanteló a
los jinetes de lobos, enviándolos a diversas secciones de las
fuerzas orcas. Para demostrarle mi “lealtad” hacia Orgrim y la
Horda, le prometí crear una hueste de jinetes inmortales que le
fueran completamente leales. Aunque Doomhammer no confiaba del todo
en mí, la idea lo atrajo lo suficiente y me permitió recluirme para
crear la nueva legión.

Incluso con la ayuda de mis nigromantes, fracasé repetidamente en el
intento de conseguir esa fuerza inmortal. Fallos y debilidades
fueron todo lo que esos subordinados podían ofrecerme hasta que
sentí que, aunque sus espíritus eran poderosos, su carne era débil.
Los convoqué en una gran construcción de madera de hierro y raíces
negras donde mediante magia negra me apoderé de las vidas de cada
uno de ellos. En el sangriento despertar de sus ejecuciones, los
nigromantes fueron mi creación
perfecta de sirvientes inmortales.

Utilizando los pocos recursos que aún controlaba dentro de la Horda
conseguí muchos de los cuerpos de los caballeros de Azeroth que
llevaban ya tiempo muertos. En estas formas retorcidas y decadentes
instalé la esencia de los miembros más poderosos del Consejo de la
sombra, que estaban deseando regresar al plano mortal para causar
estragos y desatar el terror una vez más. Proporcioné a cada uno de
los jinetes oscuros una vara enjoyada para que pudieran concentrar
mejor los poderes infraterrenales que esgrimirían. En el interior de
esas joyas anidaban la magia esencial y la nigromancia de los
nigromantes recientemente asesinados. Así nacieron los Caballeros de
la muerte.

Orgrim Doomhammer estaba complacido con esos Caballeros de la
muerte, ya que aunque los espíritus del Consejo de la sombra me eran
leales fingieron aliarse con el Señor de la Guerra. Orgrim estaba
muy satisfecho con el resultado y me permitió continuar con mis
propios asuntos.

Seré paciente y esperaré el momento oportuno, pretenderé ser un
siervo fiel hasta que llegue la hora de enseñarle a ese presuntuoso
y alborotador advenedizo quién es el más grande de los dos. Mi
intención de descubrir la Tumba de Sargeras sigue en pie. Me he
reunido con el clan de los Stormreaver para que me apoyen cuando
llegue la hora de que Orgrim pague por sus insolentes crímenes
contra mí…

Ese día está cerca y Doomhammer no sabe qué clase de terrores le
aguardan,

…pues yo soy Gul’dan…

Soy la Oscuridad encarnada...

No seré repudiado.














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