La Era del Fenix
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Historia del WoW

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Mensaje por MERCER Dom Ago 24, 2008 8:46 am

Prólogo

La vida en Azeroth es brutal, triste y, sobre todo, corta. Sin embargo, no siempre estuvo plagada por la guerra continua y arrastrada hacia el conflicto. Hubo un tiempo en que el mundo fue un sitio lleno de paz y vitalidad. Los pueblos vivían en paz y armonía con la naturaleza y sus inconmensurables fuerzas, y mágicas e impresionantes criaturas corrían sobre las planicies y surcaban los cielos sin oposición.
¿Cómo sé todas estas cosas, se preguntarán? Bueno, solamente diré que yo, Rhonin el mago, al que llaman el Inconforme, he visto estas y muchas más impresionantes cosas. Pues en esa eterna noche de los tiempos que se llama la Gran Oscuridad del Más Allá, mi maestro y tutor Krasus, me llevó hasta la oscura cueva donde, a través de las eras, Nozdormu el Imperecedero, el Gran Dragón de Bronce, guarda los inconmensurables caminos del tiempo. Nozdormu, el inmenso dragón de bronce, Señor del Tiempo y de las épocas, me ha mostrado lo que fue, lo que es y lo que será. El eterno conflicto que azota las vidas de todas las criaturas de este mundo, uno sus destinos en uno solo, al punto de que la extinción de una sola, puede significar la aniquilación de todas.
He aquí, pues, el enigma que a muchos ha desvelado y que a todos maravilla: La verdadera historia del mundo de Azeroth.[i]
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Mensaje por MERCER Dom Ago 24, 2008 8:51 am



Capítulo 1: Mitos

Tradición oral entre los Kaldorei
Los Titanes y la Formación del Universo



Nadie sabe exactamente cómo inició el Universo. Algunos teorizan que
una catastrófica explosión cósmica envió al infinito una inmensidad
de mundos desconocidos hacia la vastedad de la Gran Oscuridad del
Más Allá – mundos que algún día albergarían una diversidad
maravillosa y terrible de formas de vida. Otros creen que el
Universo fue creado por una sola Todopoderosa Entidad benigna, cuya
Sagrada Luz ilumina desde tiempos inmemoriales, las vidas de todos y
cada uno de los seres del Universo. Aunque los orígenes del caótico
Universo ciertamente son inciertos, está claro que una raza poderosa
se encargó de estabilizar los varios mundos y asegurarse que a
futuro esos mundos siguieran sus mismos pasos.
Los Titanes, colosales dioses de piel metálica de las infinidades
del cosmos, exploraron el naciente universo, y trabajaron en los
mundos que iban encontrando. No está claro de dónde vinieron y por
qué lo hacían, pero ordenaron los mundos levantando poderosas
montañas y drenando vastos océanos. Rasgaron los cielos y atmósferas
respirables surgieron. En cada lugar que encontraron, elaboraron un
plan para darle orden al caos existente. Al mismo tiempo, le dieron
poderes a razas primitivas para que trabajaran y mantuvieran la
integridad de sus respectivos mundos.
Regidos por una elite llamada El Panteón, cuyo Alto Padre, Aman’thul,
gobernaba con justicia e igualdad, los Titanes le dieron orden a los
cientos de millones de mundos que exploraron en la Gran Oscuridad
del Más Allá durante las primeras eras de la creación. El
benevolente Panteón, para salvaguardar las estructuras de estos
mundos, siempre estuvo vigilante contra el ataque extradimensional
de las viles razas del Torbellino del Vacío. El Torbellino, una
dimensión etérea de magia caótica que conecta una miríada de mundos
del universo, era el hogar de un número infinito y primigenio de
maléficos demonios, cuyo único objetivo era destruir la vida y
devorar las energías del universo viviente. Incapaces de concebir el
mal o la extinción de cualquier forma de vida, los Titanes se vieron
obligados a hallar una forma de terminar los constantes ataques de
los demonios.


Sargeras y la Traición


Con el paso del tiempo, las entidades demoníacas encontraron la
forma de penetrar en los mundos de los Titanes desde el Torbellino
del Vacío, y el Panteón eligió a sus más grandes guerreros, Sargeras,
para actuar como primera línea de defensa. El noble gigante de
bronce bruñido, Sargeras, cumplió con sus deberes por interminables
milenios, buscando y destruyendo demonios donde quiera que los
encontrara. A través de los eones, Sargeras encontró dos poderosas
razas demoníacas, ambas con ambición de ganar poder y dominio sobre
el universo físico.
Los Eredar, una insidiosa raza de hechiceros diabólicos, usaron sus
embrujos mágicos para invadir y esclavizar un número de mundos. Las
razas indígenas de estos mundos mutaron por los poderes malévolos de
los Eredar y se volvieron demonios ellos mismos. Aunque los
cercanamente ilimitados poderes de Sargeras eran más que suficientes
para derrotar a los viles Eredar, el gigante encontró muchos
problemas para detener la corrupción y envilecimiento de las
criaturas. Incapaz de soportar tanta depravación, el gran Titán
empezó caer en una gran depresión. A pesar de su creciente
insatisfacción, Sargeras arrasó del Universo a los brujos
atrapándolos en una esquina del Torbellino.
Mientras su confusión y miseria se profundizaban, Sargeras se vio
forzado a combatir otro grupo que intentaba romper el orden de los
Titanes: los Nathrezim. Esta oscura raza de demonios-vampiro
(también conocidos como Señores del Terror) conquistó un número de
mundos poblados poseyendo a sus habitantes y volviéndolos hacia la
sombra. Los nefastos y esquemáticos señores del terror tornaban a
las naciones unas contra otras manipulándolas dentro de un odio
irracional y perverso. Sargeras derrotó a los Nathrezim fácilmente,
pero su corrupción lo afectó profundamente.
Con sus sentidos obcecados y desesperados, Sargeras perdió toda
conciencia no solo de su misión, sino también de la visión de los
Titanes de un universo ordenado. Eventualmente, empezó a creer que
el concepto de un universo ordenado era inútil, y que el caos y la
depravación eran los únicos absolutos del oscuro y solitario
universo. Sus compañeros Titanes trataron de persuadirlo de su error
y calmar sus iracundas emociones, pero él había interpretado sus más
optimistas creencias como desilusiones inútiles. Abandonando sus
filas para siempre, Sargeras salió en busca de su propio lugar en el
Universo. Aunque el Panteón lamentó profundamente su partida, los
Titanes jamás pudieron predecir que tan lejos llegaría su hermano
perdido.
Con el tiempo, la locura de Sargeras habría consumido sus últimos
vestigios de su valioso espíritu, creyendo que los Titanes eran los
responsables del fracaso de la creación. Decidido, finalmente, a
deshacer sus trabajos en todo el universo, decidió conformar un
ejército imparable que consumiría al universo físico.
Eventualmente la forma titánica de Sargeras se fue distorsionando
por la corrupción que plagaba su una vez noble corazón. Sus ojos,
cabello y barba eructaron en fuego, y su piel metálica broncínea se
abrió revelando su nueva forma de odio infinito.
En su furia, Sargeras liberó de sus prisiones a los Eredar y los
Nathrezim. Estas astutas criaturas se postraron ante la vasta ira el
oscuro Titán y ofrecieron servirle en cualquiera de sus maliciosos
caminos. De las filas de los poderosos Eredar, Sargeras eligió dos
campeones para comandar su demoníaco ejército de destrucción.
Kil´jaeden el Embaucador fue elegido para escoger a las más oscuras
razas del universo y reclutarlas dentro de las filas de Sargeras. El
segundo campeón, Archimonde el Profanador, fue elegido para dirigir
los enormes ejércitos en la batalla contra cualquiera de los que
osaran resistir los deseos del Titán.
El primer movimiento de Kil´jaeden fue esclavizar a los vampíricos
señores del terror bajo su terrible poder. Los señores del terror le
servirían como sus agentes personales en el universo, y ellos
placenteramente localizarían razas primitivas para que su maestro
las corrompiera y las exterminara. El primero entre los señores del
terror era Tichondrius el Oscuro, quien servía a Kil´jaeden como el
perfecto soldado y llevaría la ardiente voluntad de Sargeras a todas
las oscuras esquinas del universo.
El poderoso Archimonde también escogió temibles agentes para sí
mismo. Llamando a los maléficos señores del foso y su barbárico
líder, Mannoroth el Destructor, Archimonde esperaba establecer una
élite luchadora que acabaría con cualquier creación de vida.
Una vez que Sargeras vio que sus ejércitos fueron amasados y listos
para seguir sus mandatos, lanzó sus coléricas fuerzas en la vastedad
de la Gran Oscuridad. El bautizó a su creciente ejército como la
LEGION ARDIENTE. Hasta la fecha, no está claro cuántos mundos han
sido consumidos y quemados por la insana cruzada ardiente alrededor
del universo.












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Mensaje por MERCER Dom Ago 24, 2008 8:52 am

Los Dioses Antiguos y el Ordenamiento de Azeroth

Sin conocer la misión destructiva de Sargeras sobre sus incontables
trabajos, los Titanes continuaron moviéndose de mundo en mundo,
dando forma y ordenando cada planeta como ellos creían. A lo largo
de sus viajes repararon en un pequeño mundo al cual sus habitantes
llamarían más tarde Azeroth. Cuando los Titanes hicieron su camino
sobre la primitiva tierra, encontraron un número de hostiles
“principios elementales”, que serían conocidos únicamente como los
Dioses Antiguos, quienes querían echar a los Titanes de su mundo.

El Panteón, molesto por la inclinación de los Dioses Antiguos a
hacer el mal, entabló una guerra contra los Elementales y sus
oscuros maestros. Los ejércitos de los Dioses Antiguos eran
dirigidos por cuatro poderosos lugartenientes: Ragnaros el Señor del
Fuego, Therazane la Madre Roca, Al’Akir el Señor del Viento y
Neptulon el Cazador de las Mareas (Los Cuatro Elementos). Sus
caóticas fuerzas avanzaban por la faz de la tierra y chocaban con
los colosales Titanes. Aunque los Elementales eran poderosos más
allá de toda compresión mortal, sus fuerzas combinadas no pudieron
detener a los poderosos Titanes. Uno por uno, Los Cuatro Elementos
fueron cayendo y sus fuerzas fueron dispersadas.
El Panteón asedió las ciudadelas de los Dioses Antiguos y encerraron
a los cuatro malvados dioses bajo la superficie de la tierra. Sin
los Dioses Antiguos para conducir sus iracundos espíritus sobre el
mundo físico, los elementales pasaron a un plano abismal, donde
ellos se contendrían uno al otro por toda la eternidad. Con la
partida de los elementales, la Naturaleza se calmó y el mundo entró
en una pacífica armonía. Los Titanes observaron que la lucha había
sido contenida e iniciaron su trabajo.
Crearon un número de razas para que les ayudaran a modelar el mundo.
De las profundidades de las cavernas rocosas surgieron los Titánides,
creados de la piedra viva. Para retirar los océanos y sacar la
tierra firme, los Titanes crearon los inmensos pero gentiles
Gigantes del Mar. Por muchas edades los Titanes modelaron la tierra,
hasta que se formó un perfecto continente. En el centro del
continente, crearon un lago de centelleantes energías primordiales.
El lago, que sería llamado EL POZO DE LA ETERNIDAD, sería una fuente
de vida para el mundo. Sus potentes energías conmoverían las raíces
del mundo y la vida emergería sobre el fértil suelo. Con el tiempo,
plantas, árboles y criaturas de toda especie empezarían a conquistar
el continente. Cuando llegó el día final de sus labores, los Titanes
nombraron al continente KALIMDOR, “La tierra de la eterna luz de las
estrellas”.


El encargo de los Dragones Alados

Satisfechos de que el pequeño mundo estuviera ordenado y su trabajo
concluido, los Titanes se prepararon para abandonar Azeroth. Sin
embargo, antes de partir, encargaron a las especies más grandes del
mundo con la misión de proteger Kalimdor contra cualquier fuerza que
amenazara su perfecta tranquilidad. En esa época había muchos
dragones voladores. Entonces ellos escogieron a cinco de los más
poderosos para dominar a sus hermanos y apacentar el mundo. Los
grandes miembros del Panteón les dieron una porción de su poder a
cada uno de los líderes de los dragones. Los majestuosos dragones
serían conocidos como los Grandes Aspectos.
Aman'Thul, el Alto Padre del Panteón, otorgó parte de su poder
cósmico sobre el gigantesco dragón de bronce, Nozdormu, para que
protegiera el tiempo y las inconmensurables vías del destino. El
estoico y honorable Nozdormu sería conocido como el Único
Imperecedero.
Eonar, el Titán patrón de toda vida, dio parte de su poder a
Alexstrasza la Roja, la Protectora de la Vida, cuya misión sería
salvaguardar toda vida que creciera en el mundo. Por su suprema
visión e ilimitada compasión por todas las cosas vivas Alexstrasza
fue coronada como Reina de los Dragones y se le dio dominio sobre
toda su especie.
Eonar también bendijo a la pequeña hermana de Alexstrasza, la
luminosa dragona verde Ysera, con una porción de la influencia sobre
la Naturaleza. Ysera caería en un trance eterno, y sería conocida
como La Soñadora, velando por los salvajes bosques del mundo desde
su verde reino, El Sueño Esmeralda.
Norgannon, el Titán protector y maestro de las artes mágicas, le dio
al dragón azul, Malygos, una porción de su vasto poder. Desde ese
momento, Malygos sería conocido como el Tejedor de Hechizos, el
guardián de la magia arcana oculta.
Khaz'goroth, el Titán forjador del mundo, le dio parte de su vasto
poder al poderoso dragón negro, Neltharion, conocido como el
Guardián de la Tierra, y se le dio dominio sobre la tierra y los
profundos lugares del mundo. El controlaría la fuerza del mundo y
sería el gran soporte de Alexstrasza.
Con estos poderes, los Cinco Aspectos se encargarían de la defensa
del mundo en la ausencia de los Titanes. Con los Dragones preparados
para salvaguardar su creación, los Titanes dejaron atrás Azeroth
para siempre. Desafortunadamente, pasaría muy poco tiempo antes de
que Sargeras conociera al pequeño mundo recién nacido.


El despertar del mundo y el Pozo de la Eternidad

Hace aproximadamente diez mil años antes de la Primera Guerra entre
Orcos y Humanos, el mundo de Azeroth se constituía en un solo
continente, rodeado por el mar. La masa de tierra, conocida como
Kalimdor, era el hogar de un sinnúmero de razas y criaturas, todas
luchando por sobrevivir sobre el salvaje mundo. En el oscuro centro
del continente existía un misterioso lago de energías
incandescentes. El lago, el cual más tarde sería llamado el Pozo de
la Eternidad, era un verdadero corazón de magia y poder natural.
Extrayendo sus energías desde la infinita Gran Oscuridad más allá
del mundo, el Pozo actuaba como una fuente mística, enviando sus
potentes energías a lo largo del mundo para que surgieran
innumerables y maravillosas formas de vida.

Con el tiempo, una primitiva tribu de humanoides de costurmbres
nocturnas precavidamente fue haciendo su camino hacia las riberas
del lago encantado. Los nómadas humanoides, guiados por las extrañas
energías del Pozo, construyeron sus hogares en las tranquilas
riberas del lago. Con el tiempo, el cósmico poder del Pozo afectó a
la tribu, haciéndola más fuerte, inteligente y virtualmente
inmortal. La tribu adoptó el nombre Kaldorei, que significa “niños
de las estrellas” en su lengua primitiva. Para celebrar su creciente
sociedad, construyeron grandes palacios y templos alrededor del
lago.
Los Kaldorei, o ELFOS NOCTURNOS, como serían llamados más tarde,
adoraban a Elune, la diosa de la Luna, y creían que ella dormía en
la profundidad del Pozo durante las horas del día. Los tempranos
sacerdotes elfos estudiaban el Pozo con insaciable curiosidad,
tratando de conocer sus intangibles secretos y poderes. Conforme su
sociedad crecía, los elfos nocturnos exploraban Kalimdor para
desenvolver sus misterios. Las únicas criaturas que les dieron pausa
fueron los ancestrales y poderosos dragones. Las grandes bestias a
menudo se comportaban reclusivos, y los elfos nocturnos descubrieron
que los dragones se habían constituido en los protectores del mundo,
por lo que era mejor que sus secretos no fueran revelados.
El Pozo de la Eternidad fue la llave del verdadero avance y
conocimiento de los Kaldorei. Mientras estudiaban las poderosas
energías del Pozo, los Kaldorei fueron imbuidos con su poder,
volviéndose prácticamente inmortales e inmunes al paso de los años,
por sobre todoas las criaturas de la tierra. Rápidamente aprendieron
las energías del Pozo directamente. Habia comenzado el estudio de la
magia arcana.
Con el tiempo, la curiosidad de los elfos nocturnos los llevó a
conocer a una serie de poderosas criaturas, pero la más interesante
de todas fue CENARIUS, un poderoso semidios de los bosques
primigenios. El valiente, noble y atrevido Cenarius se mostró
complacido con los inquisitivos elfos nocturnos y ocupó una gran
cantidad de tiempo en enseñarles acerca del mundo natural. Los
tranquilos Kaldorei desarrollaron una fuerte empatía por los
vivientes bosques de Kalimdor y el armonioso balance de la
naturaleza.
Algunos Kaldorei creían que el uso abusivo de las magia arcana del
Pozo podrían traer serias consecuencias, pero sus precavidas
palabras fueron ignoradas por el resto de sus hermanos, quienes
habían penetrado profundamente en el estudio de la magia. Los
grandes hechiceros y magos construyeron hermosas ciudades,
elaboraron impresionantes artefactos mágicos, y apacentaron el mundo
de acuerdo a sus propias necesidades. Una de las más poderosas de
las hechiceras Kaldorei se llamaba Aszhara, una mujer altatmente
dotada que ansiaba el conocimiento de la magia arcana mucho más que
cualquier otra criatura viva. Su conocimiento llegó a ser tan basto,
que eventualmente los Kaldorei la coronaron como Reina de Kalimdor,
y un inmenso y vetusto palacio le fue construido en las orillas del
Pozo de la Eternidad.
Con el paso de las eras, la civilización de los elfos nocturnos se
expandió territorial y culturalmente. Sus templos, caminos y lugares
de estudio se expandieron por el oscuro continente. Azshara, la
hermosa y generosa reina de los elfos nocturnos escogió a sus
servidores favoritos para sus enjoyados salones. Sus servidores,
conocidos como los Quel´dorei o “Bien Nacidos” (Highborne), fueron
dotados de todo poder y se creyeron mejores que el resto de sus
hermanos. Su líder, Dath’Remar, fue nombrado alto concejal de la
reina y rápidamente se hizo con el control político de a nación.
Aunque la Reina Azshara era igualmente amada por todo el pueblo, los
Bien Nacidos eran secretamente envidiados por el resto de los elfos
nocturnos. Aún así, los Bien Nacidos empezaron a venerar a su reina
como una diosa, y llamaron “la encarnación misma de Elune”. Esto los
llevó a tener serias disputas con las sacerdotisas de la diosa
Elune, cuyo templo se levantaba en las afueras de los sagrados
Claros de la Luna, cerca del Santuario de Cenarius, y en especial,
con la joven e impulsiva Alta Sacerdotisa, Tyrande Whisperwind.
Imitando la curiosidad de los sacerdotes sobre el Pozo de la
Eternidad, Azshara ordenó a los Bien Nacidos desentrañar sus
secretos y revelar su verdadero propósito sobre el mundo. Los Bien
Nacidos se sumergieron en su trabajo y estudiaron el Pozo
concienzudamente. Con el tiempo desarrollaron la habilidad de
manipular y controlar las cósmicas energías del Pozo. Conforme sus
experimentos progresaban, los Bien Nacidos descubrieron que podían
usar sus nuevos poderes para crear o destruir a su placer. Los
ignorantes Bien Nacidos habían descubierto la magia primitiva y
estaban resueltos a dedicarse exclusivamente a desenvolver sus
misterios. Sin pensar que la magia podía ser peligrosa si no se
usaba responsablemente, Azshara y sus Bien Nacidos empezaron a
practicar sus encantos con evidente abandono. Cenarius y muchos de
los letrados elfos nocturnos advirtieron que solamente calamidades
podrían resultar si se jugaba con las claramente volátiles artes de
la magia. Eventualmente, Azshara y sus seguidores continuaron
expandiendo sus crecientes poderes.
Conforme sus poderes crecían, un cambio distintivo empezó a ocurrir
en Azshara y los Bien Nacidos. La clase alta comenzó a tornarse
cruel y despreciativa con sus compañeros elfos nocturnos. Una oscura
palidez cubrió la anterior belleza de Azshara. Ella comenzó a
apartarse de sus amados súbditos y rechazar la interacción con
cualquiera que no fueran sus sacerdotes Bien Nacidos. Esta terrible
comunión tendría un terrible precio que pagar.
Un joven erudito llamado Malfurion Stormrage, quien había ocupado
mucho de su tiempo en estudiar las primitivas artes del druidismo
junto a Cenarius, comenzó a sospechar que un terrible poder había
corrompido a los Bien Nacidos y a su amada reina. Aunque no podía
concebir de donde provenía este mal, sabía que las vidas de los
elfos nocturnos cambiarían para siempre...


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Mensaje por MERCER Dom Ago 24, 2008 8:54 am

La Guerra de los Ancestros


Hace aproximadamente 10 000 años


El irresponsable uso de la magia por parte de los Bien Nacidos,
envió ondas de energía desde el Pozo de la Eternidad a través de la
Gran Oscuridad del Más Allá. Las desordenadas ondas de energía
fueron percibidas por terribles mentes alienígenas. Sargeras – el
Gran Enemigo de toda vida, el Destructor de Mundos – percibió los
poderes del Pozo y buscó el distante punto de origen. Espiando el
primigenio mundo de Azeroth y sintiendo las energías ilimitadas del
Pozo de la Eternidad, Sargeras fue consumido por un insaciable
apetito. El gran dios oscuro resolvió destruir el joven mundo y
reclaman sus energías para si mismo

Sargeras condujo a su vasta Legión Ardiente e hizo su camino hacia
el inocente mundo de Azeroth. La Legión fue conformada por un millón
de escandalosos demonios, recogidos de todos los rincones del
universo, ansiosos por la conquista. Los tenientes de Sargeras,
Archimonde el Profanador y Mannoroth el Destructor, prepararon sus
infernales monstruos para el ataque. La Reina Azshara, obcecada por
el terrible éxtasis mágico, cayó víctima del imparable poder de
Sargeras, y le ofreció abrirle una entrada al mundo. Incluso sus
Bien Nacidos, caídos bajo la inevitable corrupción mágica,
convirtieron a Sargeras en su dios. Para demostrar su fidelidad a la
Legión, los Bien Nacidos convencieron a su reina de abrir un portal
mágico en el Pozo de la Eternidad.

Una vez que los preparativos estuvieron terminados, Sargeras comenzó
su catastrófica invasión sobre Azeroth. El delgado velo que separa
la realidad del mundo de las sombras finalmente fue roto. Los
guerreros de la Legión Ardiente entraron en el mundo a través del
Pozo de la Eternidad y comenzaron el asedio sobre las durmientes
ciudades de los elfos nocturnos. Liderados por Archimonde y
Mannoroth, la Legión marchó sobre las tierras de Kalimdor, dejando
solo desolación y terror a su paso. Los brujos demoníacos Eredar
invocaron a los Infernales, unos inmensos gigantes de piedra y fuego
verde que cayeron del cielo en forma de meteoros sobre los templos.
Una banda de ardientes y sanguinarios asesinos llamada la Guardia de
la Perdición, dirigidos por el voraz Azzinoth, marchó sobre las
tierras de Kalimdor, acabando con todo a su paso. Jaurías de
salvajes Felhounds (sabuesos diabólicos) atacaron salvajemente sin
oposición. Aunque los guerreros elfos defendieron su ancestral
hogar, se vieron forzados a retroceder, pulgada a pulgada, ante el
avance de la Legión.

Ante el terrible ataque, Malfurion Stormrage escapó para buscar
ayuda para su gente. Su propio hermano gemelo, Illidan Stormrage,
aunque no era parte de los Bien Nacidos, practicaba sus artes
mágicas. Convenciendo a Illidan de olvidar su peligrosa obsesión,
ambos escaparon al bosque para organizar la resistencia. La hermosa
y joven sacerdotisa de la luna, Tyrande Whisperwind, se decidió a
acompañarles en el nombre de Elune. Ambos hermanos profesaban un
amor insaciable por la idealista sacerdotisa, pero el corazón de
Tyrande suspiraba solamente por Malfurion. Illidan se sentía
resentido por el naciente romance entre su hermano y Tyrande, pero
su corazón roto no era nada comparado por el dolor que le producía
su adicción a la magia. En efecto, el continuo contacto de Illidan
con las magias arcanas del Pozo, lo había corrompido a tal punto de
desarrollar en él la temible sed de magia que a su vez consumía a
los Bien Nacidos. Illidan creyó que, utilizando las mismas energías
malignas de los demonios contra ellos, podría lograr derrotarlos de
una vez por todas, por lo cual él y algunos de sus seguidores más
cercanos, formaron una secta secreta cuyo objetivo era erradicar a
los demonios de Kalimdor. Estos guerreros, conocidos como los
Cazadores de Demonios, se sacaban ritualmente los ojos, para de este
modo, utilizar toda su energía mágica contra la Legión. Malfurion
nunca le perdonaría esto, pero Illidan no combatiría por él: lo
haría por amor a Tyrande.

Mientras tanto, Cenarius, quien se ocultaba en los sagrados Claros
de la Luna en el distante Monte Hyjal, se comprometió a ayudar a los
elfos nocturnos buscando a los ancestrales dragones y asegurándose
su ayuda. Los dragones, liderados por la grandiosa Alexstrasza la
Roja, atacaron desde el aire a los demonios y sus amos infernales.
Cenarius mismo llamó a los espíritus de los bosques encantados,
reclutando un ejército de Ancestros y Treants, los hombres-árbol, y
los guió en un sorpresivo asalto sobre la Legión. Malfurion, Illidan
y Tyrande, al mando de las fuerzas de los elfos, organizaron un
valiente y feroz contraataque. El ágil y valiente Cazador de
Demonios se habría paso a través de las fuerzas de la Legión,
destrozando las filas de los demonios, mientras su cuerpo ardía en
un incandescente aura mágica de fuego que había creado a su
alrededor, dañando todo lo que tocaba. Fue así como se encontró cara
a cara con el terrible Azzinoth, capitán de la Guardia de la
Perdición, y una gran batalla se entabló entre ambos contendientes.
Illidan, utilizando todos los poderes concebidos por su secta, logró
derrotar a Azzinoth y se apoderó de sus espadas curvas, las cuales,
con el transcurso del tiempo, logró dominar con tal habilidad, que
se volvieron un rasgo distintivo de su personalidad y casi eran
extensiones de sus brazos.

Las fuerzas aliadas a los elfos nocturnos convergieron sobre el
templo de Azshara y el Pozo de la Eternidad. Conociendo la fuerza de
sus nuevos aliados, Malfurion y sus colegas sabían que la Legión no
sería derrotada solamente por la fuerza de las armas. Mientras la
titánica batalla alrededor de la ciudad capital aumentaba, Azshara
esperaba con ansiedad el arribo de Sargeras. El señor de la Legión
preparaba su paso a través del Pozo de la Eternidad y su entrada en
el mundo. Conforme su enorme sombra se acercaba a la superficie del
Pozo, Azshara guió a los más poderosos de sus Bien Nacidos cerca de
la superficie. Solamente enfocando sus poderes mágicos sobre el Pozo
podrían abrir un portal lo suficientemente grande para que Sargeras
penetrara. Mannoroth el Destructor en persona, el terrible Señor del
Foso, General de los Ejércitos de la Legión, guardaba la entrada al
Templo de Azshara. Cenarius invocó los altos poderes de los bosques
y se enfrentó a Mannoroth, dándoles suficiente tiempo a Malfurion,
Tyrande y sus guerreros de penetrar en el templo.

Mientras la batalla bramada sobre los ardientes campos de Kalimdor,
un terrible evento volcaría la situación. Los detalles de tal evento
se han perdido en el tiempo, pero es conocido que Neltharion, el
Gran Dragón Negro de la Tierra, se volvió loco durante un crítico
ataque de la Legión Ardiente. El empezó a lanzar flamas sin sentido
y la ira hizo brotar su lado oscuro. Renombrándose asimismo Ala de
la Muerte (Deathwing), el dragón traicionó a sus hermanos y dejó el
campo de batalla. La traición sorpresiva de Neltharion fue tan
destructiva que sus hermanos nunca se recobraron de ella.
Avergonzada y aterrorizada, Alexstrazsa y los otros nobles dragones
se vieron obligados a abandonar a sus aliados mortales. Malfurion y
sus compañeros, ahora desesperanzados, temieron no sobrevivir el
abandono de sus poderosos aliados.

Malfurion, convencido de que el Pozo de la Eternidad era el cordón
umbilical que unía a los demonios con el mundo físico, insistía en
que debía ser destruido. Sus compañeros elfos, conociendo que el
Pozo era la fuente de su inmortalidad y sus poderes, se horrorizaron
ante esta noción. Pero Tyrande creía en la teoría de Malfurion, y
convenció a Cenarius y sus camaradas de atacar el templo de Azshara
y encontrar el modo de destruir el Pozo para bien.











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Mensaje por MERCER Dom Ago 24, 2008 8:54 am



El Ocaso del Mundo

Malfurion y sus compañeros entraron en el corazón del templo de
Azshara. Una vez en la cámara principal, encontraron a los Bien
Nacidos en medio del final de su oscuro encantamiento. El comunal
hechizo había creado un vórtex inestable de poder sobre las
turbulentas aguas del Pozo. La voluminosa sombra de Sargeras se
apresuraba a cruzar el portal hacia la superficie, por lo que
Malfurion se decidió a atacar.

Pero Azshara estaba más que preparada para su arribo. Todos los
aliados de Malfurion fueron capturados antes de que estos atacaran a
la enloquecida reina. Tyrande, tratando de atacar a Azshara por
detrás, fue detenida por la guardia personal de Bien Nacidos. Al
luchar contra ellos, la hermosa sacerdotisa sufrió graves heridas en
sus manos. Al ver la caída de su amada, Malfurion entró en una
terrible cólera y se dispuso a acabar con la vida de la reina.

Para su sorpresa, Illidan apareció desde las sombras cerca de una de
las orillas del lago. Conociendo que la destrucción del Pozo
impediría que volviese a practicar la magia de nuevo, Illidan se
convenció a si mismo de abandonar al grupo y prevenir a los Bien
Nacidos del plan de su hermano. Debido a la locura secundaria a su
adicción y al reciente romance de su hermano con su amada Tyrande,
Illidan no sintió ningún remordimiento en traicionar a Malfurion y
aliarse con Azshara y los suyos. Illidan estaba dispuesto a defender
el Pozo por todos los medios necesarios. Portando unos frascos
mágicos especialmente manufacturados para su propósito, Illidan los
llenó con el agua procedente del Pozo. Convencido que los demonios
destrozarían la civilización de los elfos nocturnos, planeó robar
las sagradas aguas y tomar sus energías para sí mismo.

Azshara, habiendo recibido la advertencia de Illidan, entabló una
terrible batalla con Malfurion, quien, con el corazón destrozado por
la traición de su hermano, estaba dispuesto a vencer o morir. Pero
el hechizo de los Bien Nacidos había entrado en un caos tremendo al
ser atacados, y el inestable portal sobre las ondas del Pozo explotó
en una catastrófica tormenta que llevaría al ocaso al mundo entero.
La masiva explosión resquebrajó el templo hasta sus bases y una
serie de estremecedores terremotos abrieron la torturada tierra.
Como la terrorífica batalla entre la Legión y los Elfos Nocturnos se
realizaba alrededor de la ruinosa ciudad capital, el Pozo de la
Eternidad colapsó sobre todos ellos.
Las ondas de choque de la implosión del Pozo rompieron las bases del
mundo. Los mares bramaron e invadieron la tierra. Cerca del ochenta
por ciento de la masa de Kalimdor fue consumida, separándose en
continentes separados por un nuevo y embravecido océano. En el
centro del nuevo mar, donde una vez estuvo el Pozo de la Eternidad,
una tumultuosa tormenta de mareas enfurecidas y caóticas energías se
formó. La terrible tormenta, conocida como el Maelstrom, nunca
cesaría su furiosa vorágine. Se constituiría en el recuerdo de la
terrible catástrofe… y la utópica era que se había perdido para
siempre.


El Monte Hyjal y la Ofrenda de Illidan

En la nueva costa del destruido continente, dos cuerpos yacen
inconscientes sobre la arena. Tyrande lentamente despierta, aún
aturdida por la terrible explosión del Pozo de la Eternidad.
Sobresaltada por la imagen de la muerte de su amado, se abalanza
sobre el cuerpo de Malfurion quien, agotado por la lucha, se halla a
su lado. Por la gracia de Elune habían sido salvados de la
hecatombre. Sobre uno de los riscos de la costa, el semidios
Cenarius le sonreía a la sorprendida sacerdotisa, quien aún no
comprendía que su poderoso amigo les había rescatado de una muerte
segura.

Los pocos elfos nocturnos que habían sobrevivido a la horrible
explosión se habían reunido cerca de la costa. Los agotados héroes
decidieron guiar a sus compañeros sobrevivientes para establecer un
nuevo hogar para su pueblo. Aunque Sargeras y la Legión habían sido
desterrados del mundo por la destrucción del Pozo, Malfurion y los
suyos observaron el terrible costo de la victoria.

Entonces se dieron cuenta de que muchos de los Bien Nacidos habían
sobrevivido al cataclismo. Ellos hicieron su camino por las riberas
de la nueva tierra con los otros elfos nocturnos. Aunque Malfurion
desconfiaba de las motivaciones de los Bien Nacidos, estaba seguro
de que no serían una amenaza sin las energías del Pozo.

Para alegría de los elfos nocturnos, descubrieron que la montaña
sagrada, Hyjal, había sobrevivido a la catástrofe. Buscando
establecer un nuevo hogar para ellos mismos, Malfurion y los elfos
nocturnos escalaron las faldas de Hyjal, hasta el valle allende el
monte. Al descender al valle, entre los enormes picos de la montaña,
encontraron un pequeño y tranquilo lago. En ese momento, uno de los
Bien Nacidos se lanzó sobre las aguas con alegría indescriptible.
Para horror de todos, las aguas del lago rebozaban de magia.

Illidan, que había sobrevivido al Ocaso, había llegado a Hyjal mucho
antes que Malfurion y los elfos. En su locura por mantener fluyendo
la magia en el mundo, Illidan había vaciado sus frascos con las
preciosas aguas del Pozo de la Eternidad, en el lago de la montaña.
Las potentes energías del agua rápidamente había formado un nuevo
Pozo de la Eternidad. El exultante Illidan, creyendo que su nuevo
Pozo era una ofrenda para las futuras generaciones, se vio
contrariado cuando Malfurion le lanzó sobre el suelo. Malfurion le
dijo a su hermano que la magia era innatamente caótica y que su uso
inevitablemente llevaría a la corrupción y el sufrimiento. Sin
embargo, Illidan se negó a abandonar sus poderes mágicos, y una vez
más, el conflicto surgió entre los gemelos.

Sabiendo que la tendencia de Illidan a irrespetar los esquemas lo
llevaría a romper las reglas, Malfurion decidió acabar de una vez
por todas con la locura de poder de su hermano. Con la ayuda de
Cenarius, Malfurion encerró a Illidan en una basta prisión bajo la
superficie, las Tálamos Profundos, donde su apetito de poder se
consumiría hasta el final de los tiempos. Para asegurar la prisión
de su hermano, Malfurion encargó a una joven Guardiana, Maiev
Shadowsong, para ser la carcelera personal de Illidan. Cenarius, a
su vez, encomendó a uno de sus hijos, Califax el Guardián del
Bosque, de asistir a la Guardiana en la custodia de Illidan durante
las edades por venir.
Considerando que la destrucción del nuevo Pozo podría provocar una
nueva catástrofe, los elfos nocturnos resolvieron no tocarlo. Sin
embargo, Malfurion declaró que nadie volvería nunca a practicar de
nuevo las artes mágicas. Bajo el ojo vigilante de Cenarius, los
elfos comenzaron a estudiar las antiguas artes del druidismo con el
propósito de sanar la tierra y hacer crecer de nuevo sus amados
bosques en las faldas del monte Hyjal.


Última edición por MERCER el Dom Ago 24, 2008 9:01 am, editado 1 vez
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Mensaje por MERCER Dom Ago 24, 2008 8:55 am

El Árbol del Mundo y el Sueño Esmeralda

9000 años antes de la Primera Guerra

Por muchos años, los elfos nocturnos trabajaron ardorosamente en
reconstruir su ancestral hogar. Con sus viviendas, templos y caminos
hundidos, construyeron sus nuevos hogares entre los verdes árboles y
las sombreadas colinas de las faldas del monte Hyjal, buscando
siempre la armonía con la naturaleza. Con el tiempo, los dragones
que habían sobrevivido al Ocaso surgieron de sus secretas guaridas.

Alexstrasza la Roja, Ysera la Verde, Malygos el Azul y Nozdormu el
Broncíneo descendieron sobre las tranquilas praderas de los druidas
y observaron los frutos de los trabajos de los elfos nocturnos.
Malfurion, quien con los años se había convertido en un Shan’do
(archi-druida) de inmenso poder, recibió a los poderosos dragones y
les habló sobre la creación del nuevo Pozo de la Eternidad. Los
grandes dragones se vieron alarmados al escuchar las oscuras
noticias y especularon que la presencia del Pozo a largo plazo
podría motivar el regreso de la Legión. Malfurion y los tres
dragones resolvieron hacer un pacto para asegurarse de que los
agentes de la Legión Ardiente nunca regresaran al mundo. Los Cuatro
Aspectos cedieron parte de su poder para crear un poderoso artefacto
llamado Alma de Demonio (Demon Soul), cuyo poder podría controlar
infligir daño a la Legión Ardiente en caso de un ataque. Neltharion,
sin embargo, no cedió sus energías al Alma de Demonio, por lo que
conservó su fuerza intacta y se convirtió en el más poderoso de los
dragones. Secretamente, el enloquecido dragón negro hurdía un plan
que asolaría nuevamente al mundo…
Alexstrasza, la Protectora de la Vida, plantó una sencilla semilla
encantada en el corazón del Pozo de la Eternidad. La semilla,
activada por las potentes aguas mágicas, dio vida a un colosal
árbol. Las poderosas raíces succionaron las aguas del Pozo, y la
verde copa del árbol se abrió hacia los cielos. El inmenso árbol
sería para siempre símbolo de la unión de los elfos nocturnos con la
Naturaleza, y sus energías sanadoras se extenderían sobre el resto
del mundo. Los elfos nocturnos llamaron a su Árbol del Mundo con el
nombre de Nordrassil, que significa en su lengua “Corona de los
Cielos”.
Nozdormu, El Imperecedero, lanzó un encantamiento sobre el Árbol de
Mundo para asegurarse que el inmenso árbol les diera a los elfos
nocturnos la seguridad de que nunca envejecerían o padecerían de
enfermedad.
Ysera, La Soñadora, también lanzó un encantamiento sobre el Árbol
del Mundo, uniéndolo a su propio reino, la dimensión etérea conocida
como el Sueño Esmeralda. Este reino es un enorme mundo espiritual
que existe únicamente en los sueños. Ysera regularía el flujo de la
naturaleza y la evolución del mundo. Los druidas elfos nocturnos,
incluido Malfurion mismo, deberían unirse al Sueño junto al Árbol
del Mundo. Como parte de este pacto místico, los druidas deberían
dormir por los siglos para que sus espíritus recorrieran los
infinitos caminos del Sueño Esmeralda. Aunque los druidas fueron
advertidos ante el prospecto de perder muchos años de su vida
durante la hibernación, se mostraron satisfechos con unirse al sueño
de Ysera. Pero el Sueño de Ysera tenía un terrible secreto que, en
ese momento, no fue revelado por los dragones…




Los Imperios Trolls y El Alma del Demonio

A pesar del gran conocimiento y el amplio desarrollo de su
civilización, los Kaldorei no conocieron hasta muy tardíamente, la
existencia de otras culturas inteligentes. Muy hacia el este, en el
otro extremo de Kalimdor, mucho tiempo antes del Ocaso del Mundo,
otra raza había logrado forjar un inmenso imperio guerrero. Mil años
antes de que la raza de los kaldorei naciera existían dos imperios
trolls enfrentados: Gurubashi y Amani. Se cree que su origen se
encuentra en lo que se conoce como el Valle de Strangletorn, donde
impenetrables junglas evitaban el asedio a su ciudad principal y más
antigua, Zul’gurub. Los Amani, que constituyeron su imperio en el
norte, en lo que después fue Lordaeron, fundaron la gran ciudad de
Zul’Aman. También había otro imperio en el norte, Gundrak, pero
nunca se ganó la importancia de estas dos. Aunque constituían una
misma raza, no se tenían en alta estima, pero estaban unidos para
derrotar a unos terribles insectoides llamados Azi'Aqir, cuyo
objetivo era destrozar todo aquello que no fuera insecto. Al final
tuvieron éxito en su empresa y derrotaron los bastiones de
Azjol-Nerub al norte y de Anh'Qirai al sur.
Tras esto unos pocos trolls comenzaron a explorar el mundo y a
evolucionar. Se toparon con el Pozo de la Eternidad y lo utilizaron
para sus fines... Por eso puede ser que los Kaldorei o elfos
nocturnos procedan de los trolls. Los elfos libraron varias guerras
con los imperios trolls, hasta que al final lograron expulsarles por
completo. Replegados hacia el este, permanecieron ignorantes de las
subsecuentes actividades de los elfos hasta que ocurrió la implosión
del Pozo. La catástrofe produjo la división del supercontinente de
Kalimdor en cuatro grandes islas, por lo que las distintas tribus
trolls quedaron definitivamente aisladas.
Los trolls de la jungla adoraban a Hakkar el Devorador de Almas, un
sanguinario dios que era seguido de manera absolutamente devota por
una parte de ellos, los Atal'ai. Hakkar demandó las almas de los
niños trolls para manifestarse en el mundo, por lo que los trolls se
dieron cuenta de que era perverso y les conduciría a su propia
destrucción, por lo que acordaron renunciar a él, causando la gran
ira de Hakkar. Solamente los Atal'ai siguieron fieles al corrupto
dios, por lo que los Gurubashi los expulsaron de Strangletorn, y
emigraron hacia el Pantano de las Lamentaciones. Divididos por esta
decisión, los Gurubashi iniciaron una terrible guerra tribal, donde
dos prominentes tribus, Skullsplitter y Darkspear, luchaban por el
predominio. Finalmente, cada uno tomó su propio camino y tierras. El
poderío y superioridad de los Skullsplitter obligó a los Darkspear a
abandonar para siempre el continente, y fueron exiliados a una isla
del Gran Mar, la que han habitado desde entonces.
Mientras tanto, los trolls Atal’ai continuaron tratado de invocar a
su dios Hakkar. En el tiempo en que los Kaldorei empezaron a
reconstruir sus ciudades en el norte del nuevo Kalimdor, los Atal’ai
iniciaron una serie de cultos y sacrificios para lograr que Hakkar
se materializara en el mundo físico. Ante el inminente peligro que
significaba este hecho, Ysera La Soñadora envió a uno de sus hijos
preferidos, Eranikus, a advertirles de la nueva e inminente
catástrofe. Ante la insistencia de los profetas y brujos Atal’ai de
continuar con el ritual, Ysera en persona llegó para combatirlos, y
con sus inmensos poderes, hundió la ciudadela de los Atal’ai,
formando lo que se llama la Fosa de las Lágrimas. Debido a esto,
Hakkar en retribución, utilizó sus inmensos poderes para corromper a
Ysera, por lo que los Grandes Aspectos, ante la conmoción que podría
producir la pérdida de otro de sus hermanos, la dejaron encerrada
para siempre en el etéreo mundo del Sueño Esmeralda. Para
estabilizar los continuos poderes de Ysera y evitar que la
corrupción acabara con el balance de la vida natural sobre Azeroth,
los Grandes Aspectos acordaron con los druidas Kaldorei que ellos
penetrarían en el Sueño Esmeralda y serían el soporte de Ysera a
través de las generaciones, a cambio de hacer crecer el Arbol del
Mundo.
Neltharion, el maligno dragón negro, sin embargo, tenía otros planes
para con sus hermanos los Grandes Aspectos. Corrompido profundamente
por la terrible fuerza maligna de los poderes de la Legión,
Neltharion desarrolló un malvado ardid para convercer a los otros
dragones de ceder parte de sus poderes a un artefacto mágico llamado
el Alma del Demonio. Hablando a sus hermanos, les dijo que ellos,
los dragones, no vivirían por siempre, sino que llegaría el día en
que, con su desaparición, las razas mortales dominarían el mundo, y
nada las protegería de la Legión Ardiente. En un esfuerzo para
pararse para esta época, Neltharion convenció a su hermano
Malygos, el Dragón Azul Señor de la Magia, de imbuir sus poderes en
el Alma del Demonio, con el objetivo de utilizarlo como arma ante
una nueva invasión de la Legión Ardiente. Aunque los dragones alados
no estaban muy seguros de confiar en Neltharion, la reciente batalla
de Ysera con Hakkar y la Guerra de los Ancestros habían demostrado
que sus esfuerzos no habían sido suficientes para contener a las
fuerzas malignas. Recordando el encargo de los Titanes, decidieron
aceptar la propuesta de Neltharion. Éste, sin embargo, no cedió sus
poderes al artefacto. Su objetivo estaba claro: con todos sus
poderes intactos, Neltharion se convertiría en el más fuerte de
todos los dragones. Rompiendo su promesa, utilizó el Alma de Demonio
para destruir a los dragones azules. Malygos quedó solo y sin
herencia, por lo que viajó al helado Northrend para refugiarse y
creó un gran cementerio para sus hijos, conocido como el
Dragonbligth, donde pudieran descansar sus restos. Encargó a uno de
sus sirvientes sobrevivientes, el poderoso Sapphiron, de proteger el
Dragonblight por todas las edades. Conociendo las malvadas
intenciones de Neltharion, Alexstrasza la Protectora de la Vida tómo
el Alma de Demonio y la enterró profundamente en las vetustas
montañas de Khaz Modan. Neltharion esperó el momento propicio para
atacar…


Última edición por MERCER el Dom Ago 24, 2008 9:02 am, editado 1 vez
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Mensaje por MERCER Dom Ago 24, 2008 8:55 am

Exilio de los Altos Elfos


7300 años antes de la Primera Guerra


Con el paso de los siglos, la sociedad de los elfos nocturnos creció
de nuevo fuertemente y se expandió por el bosque que se llama
Ashevale. Muchas de las criaturas y especies que abundaban antes del
Gran Ocaso, como los furbolgs y los quilboars, reaparecieron y
florecieron sobre la tierra. Bajo el liderazgo benevolente de los
druidas, los elfos nocturnos disfrutaron de una era de improcedente
paz y tranquilidad bajo las estrellas.
Sin embargo, mucho de los originales Bien Nacidos sobrevivientes
vivían intranquilos. Como Illidan antes de ellos, cayeron víctimas
de una depresión inmensa por la pérdida de sus poderes mágicos. Se
veían constantemente tentados a tomar las energías del Pozo de la
Eternidad y caer de nuevo en sus prácticas mágicas. Dath'Remar, el
insolente líder de los Bien Nacidos, comenzó a hablar en contra de
los druidas, acusándolos de cobardes por rehuir el uso de la magia
que él decía les correspondía por derecho. Malfurion y los druidas
minimizaron los argumentos de Dath´Remar y previnieron a los Bien
Nacidos que cualquier uso de la magia sería castigado con la muerte.
En un insolente y peligroso intento de convencer a los druidas de
rescindir su ley, Dath´Remar y sus seguidores convocaron una
terrible tormenta mágica sobre Ashenvale.
Los druidas no podían arrojarse ellos mismos la culpa de llevar a la
muerte a muchos de su propia raza, por lo que decidieron exiliar a
los Bien Nacidos de sus tierras. Dath´Remar y sus seguidores,
orgullosos de librarse de sus conservadores primos al fin,
elaboraron una serie de barcos especiales y se hicieron a la mar.
Aunque no sabían que les esperaba más allá de las rugientes aguas
del Maelstrom, iban decididos a establecer su propia patria, donde
pudieran practicar sus artes mágicas impunemente. Los Bien Nacidos,
o Quel´dorei, como Azshara los bautizó en épocas pasadas, llegaron
eventualmente a un tierra al este que los humanos llamarían más
tarde Lordaeron. Allí fundarían su propio reino mágico, Quel’thalas,
y renegarían de los preceptos de los elfos nocturnos sobre la
actividad nocturna y los trabajos a la luz de la Luna. Por siempre,
abrazarían el Sol y serían conocidos solamente como Altos Elfos.


Las Centinelas y la Larga Vigilia



Con la partida de sus altaneros primos, los elfos nocturnos volcaron
su atención en la seguridad de su patria. Los Kaldorei realizaron un
poderoso conjuro druídico sobre las fronteras de Ashenvale, cerrando
la entrada a ese bosque en un eterno misterio. Allí, permanecerían
ocultos por cientos de años, sin contacto con otras criaturas o
razas.. Los druidas, sintiendo que el tiempo de su hibernación
estaba cercano, se prepararon para el sueño y dejaron atrás sus
amadas familias y esposas. Tyrande, que se había convertido en Alta
Sacerdotisa de Elune, le pidió a su amado, Malfurion, que no la
dejara por el Sueño Esmeralda de Ysera. Pero Malfurion, honrado por
entrar en los encantados Caminos del Sueño, se despidió de la
sacerdotisa y le dijo que nada podría apartarle verdaderamente de su
gran amor.

Sola para proteger Kalimdor de los peligros del nuevo mundo, Tyrande
ensambló una poderosa fuerza entre sus hermanas elfas. Las mujeres
guerreras, altamente entrenadas, sin miedo, se llamaron a si mismas
las Centinelas. Su misión sería defender Kalimdor y patrullas los
sombríos bosques de Ashenvale, y para esto contaban con numerosos
aliados a quien llamar en tiempos de urgencia. Cenarius, el poderoso
semidios, habitaba en los cercanos Prados de la Luna del Monte
Hyjal. Sus hijos, los llamados Guardianes de los Bosques, se
asentaron cerca de los elfos nocturnos y regularmente ayudaban a las
Centinelas a mantener la paz en la tierra. Incluso las bellas hijas
de Cenarius, las dríades, empezaron a aparecer en los claros con
incrementada frecuencia.
Con los largos siglos por venir, y sin Malfurion a su lado, Tyrande
nunca dejó de temer una segunda invasión demoníaca. Nunca dejó de
pensar que la Legión Ardiente seguía allí, más allá de la Gran
Oscuridad del cielo, planeando su venganza sobre los elfos nocturnos
y el mundo de Azeroth.
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